Media votos
6.5
Votos
5,704
Críticas
5,202
Listas
10
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de TOM REGAN:
7
6.2
45,532
Drama. Romance
Nueva York, años 20. En la alta sociedad norteamericana, llama la atención la presencia de Jay Gatsby, un hombre misterioso e inmensamente rico, al que todos consideran un advenedizo, lo que no impide que acudan a sus fastuosas fiestas en su gran mansión de Long Island. Gatsby vive obsesionado con la idea de recuperar al amor que dejó escapar años atrás. Para ello se hará amigo de su vecino recién llegado, el joven Nick Carraway. (FILMAFFINITY) [+]
3 de octubre de 2013
Sé el primero en valorar esta crítica
142/09(15/08/13) El singular realizador australiano Bazz Lurhmann nos regala una rompedora adaptación del clásico homónimo de la literatura estadounidense de Scott Fitzgerald, y como es normal en él no hace prisioneros, o te fascina o lo detestas. Yo no he leído el libro pero al parecer se aleja del mensaje implícito para ofrecernos una nueva versión de ‘Romeo y Julieta’, argumento recurrente en su filmografía, con ‘Mouline Rouge’ y por supuesto con su particular versión del shakesperiano texto. Para Luhrman todo se reduce a la idealización de algo que nunca podrás alcanzar, el halo fatalista de nuestras existencias, en el que la lucha de clases tendrá mucha importancia. Aquí, como no, se apoya en una descomunal puesta en escena y en un magnífico Leonardo DiCaprio.
La historia es narrada por Nick carraway (buen Tobey Maguirre) desde un psiquiátrico, el escenario es la Nueva York de los años 20, son los alegres años antes del crack del 29, la alta sociedad reside en la opulencia más decadente. Aquí llega Nick Carraway (buen Tobey Maguirre), un aspirante a escritor que trabaja en WallStreet, alquila una casa en el West Egg en Long Island, tiene de vecino a un enigmático muchimillonario, Jay Gatsby (gran Leo DiCaprio), vive en una enorme mansión junto al mar, organiza desmesuradas fiestas con cientos de invitados, alcohol, música y baile a go-go, él no se deja ver en ellas, un día Nick es invitado a uno de estos mega-saraos, allí conoce a Gatsby y se entera por que ha sido requerido. Jay ansía recuperar a su antiguo amor de la juventud, Daisy (buena Carey Mulligan), 5 años atrás lo abandonó sin saberse el motivo, ahora ha reaparecido para reconquistarla, ella se ha casado con un ricachón de cuna, Tom Buchanan (buen Joel Edgerton), para ello pide ayuda a Nick que es su primo.
La ambientación es su pilar más resplandeciente, en el vocabulario del realizador austral no cabe la palabra exceso, con unos escenarios descomunales, mansiones impresionantes, vestuario espléndido, vehículos, fiestas-bacanales manadas de una excelsa mente hedonista, fresco desenfrenado que sirve para exponernos inteligentemente una sociedad decadente, superficial, abocada a la tragedia (crack del 29). Es lo que Fitzgerald denominó ‘La Era Del Jazz’, y que en la novela arremetía contra este cosmos impostado, glamuroso y artificioso, todo lo visual te apabulla, la imaginación se desborda por la pantalla, ello para después sacudirnos con el deprimente patio trasero de este mundo, el Valle de Las Cenizas (hoy día el parque Flushing Meadow) , con la especie de Gran Hermano que es el cartel de T. J. Eckleburg. Asimismo está una grandilocuente visión de Nueva York, con sus rascacielos, sus clubs, sus calles. Toda esta magnificencia se consigue gracias al colosal diseño de producción de Catherine Martin(‘Romeo Y Julieta’, ‘Mouline Rouge’, ‘Australia’), esposa de Bazz y asimismo responsable también del suntuoso vestuario, los límites de la fantasía visual se superan con creces, los tres espacios con los que juega (el barrio de las mansiones, el valle y N. Y.) son salidos de una idealización hiperbólica, sumado a una coreografía en las fiestas colosales, es un circo de tres pistas donde todo funciona con la maestría de un reloj, esto maximizado por la extraordinaria fotografía de Simon Duggan (‘Yo Robot’ o ‘Die hard 4’), un tsunami de cromatismo vitalista, la cámara se convierte en un actor con vida propia en travellings imposibles, contrapicados vertiginosos por los rascacielos neoyorkinos, aumentando esta sensación adrenalítico el montaje de Jasonb Ballantine (‘Star Wars II’), Jonathan Redmond (‘Mouline Rouge’) y Matt Villa (‘King Knog’ de P. Jackson) con un ritmo trepidante, sabioendo frenar en los momentos adecuados para transmitirnos intimidad. Y por supuesto, como en todos los trabajos de Bazz la música tiene una importancia capital, compuesta por Craig Armstrong (‘Romeo y Julieta’, ‘Mouline Rouge’, ‘Love Actually’), deliciosa, pero lo que removido conciencias cinéfilas es el mezclar temas jazz con anacronismos de hip-hop como ‘Young & Beautiful’ de Lana del Rey, ‘Church in the Wild’ o el ‘Happy Together’ de Filter. A mí no me ha molestado pues el film debe ser visto como una idealización exagerada de la realidad, y por tanto esta música es la que hoy en día habría en estos saraos. Todo esto sirve a sus detractores para tacharla de videoclip alargado, en este caso se pude llegar a justificar en que los videos musicales son superficiales como los personajes que pueblan ‘El Gran Gatsby’.
La cinta tiene la estupenda capacidad de atraparte en sus redes con un inicio fulgurante, Nick nos relata desde un sanatorio mental el relato que marcó su vida, una primera media hora vibrante de misterio y magnetismo, nos enmarca el escenario y como sin verlo nos comienza a seducir la figura del enigmático Jay Gatsby, lírica su primera visión de espaldas en el embarcadero mirando al otro lado de la bahía un rayo de luz verde-esperanza de un faro lo ilumina, le sublima, y a la media hora, en medio de una fastuosa fiesta y con la hermosa música de Gershwin los fotogramas se atomizan con la carismática presentación de Jay Gatsby, con una cándida sonrisa nos ha ganado. A partir de aquí el film camina por dientes de sierra en cuanto a irregularidad, aunque la magia de lobueno oculta muchos de sus defectos. Además posee momentos que perduraran en la memoria, como las macrofiestas, aquelarre barroco –visual, o la emocionante cita tras 5 años separados de Gatsby con Daisy en casa de Nick, por momentos nos parece una escena celestial, los personajes flotan en medio de un paraíso florístico que se asemeja a una ensoñación y mientras suena de fondo el tema ‘Love is a drug’ de Bryan Ferry , o el torrente visceral de emociones de la discusión entre Buchanan y Gatsby en un piso en Nueva York, o la angustiosa escena del atropello, o como su final, disimulado tributo a ‘Sunset Boulevard’ de Billy Wilder. (continua en spoiler sin)
La historia es narrada por Nick carraway (buen Tobey Maguirre) desde un psiquiátrico, el escenario es la Nueva York de los años 20, son los alegres años antes del crack del 29, la alta sociedad reside en la opulencia más decadente. Aquí llega Nick Carraway (buen Tobey Maguirre), un aspirante a escritor que trabaja en WallStreet, alquila una casa en el West Egg en Long Island, tiene de vecino a un enigmático muchimillonario, Jay Gatsby (gran Leo DiCaprio), vive en una enorme mansión junto al mar, organiza desmesuradas fiestas con cientos de invitados, alcohol, música y baile a go-go, él no se deja ver en ellas, un día Nick es invitado a uno de estos mega-saraos, allí conoce a Gatsby y se entera por que ha sido requerido. Jay ansía recuperar a su antiguo amor de la juventud, Daisy (buena Carey Mulligan), 5 años atrás lo abandonó sin saberse el motivo, ahora ha reaparecido para reconquistarla, ella se ha casado con un ricachón de cuna, Tom Buchanan (buen Joel Edgerton), para ello pide ayuda a Nick que es su primo.
La ambientación es su pilar más resplandeciente, en el vocabulario del realizador austral no cabe la palabra exceso, con unos escenarios descomunales, mansiones impresionantes, vestuario espléndido, vehículos, fiestas-bacanales manadas de una excelsa mente hedonista, fresco desenfrenado que sirve para exponernos inteligentemente una sociedad decadente, superficial, abocada a la tragedia (crack del 29). Es lo que Fitzgerald denominó ‘La Era Del Jazz’, y que en la novela arremetía contra este cosmos impostado, glamuroso y artificioso, todo lo visual te apabulla, la imaginación se desborda por la pantalla, ello para después sacudirnos con el deprimente patio trasero de este mundo, el Valle de Las Cenizas (hoy día el parque Flushing Meadow) , con la especie de Gran Hermano que es el cartel de T. J. Eckleburg. Asimismo está una grandilocuente visión de Nueva York, con sus rascacielos, sus clubs, sus calles. Toda esta magnificencia se consigue gracias al colosal diseño de producción de Catherine Martin(‘Romeo Y Julieta’, ‘Mouline Rouge’, ‘Australia’), esposa de Bazz y asimismo responsable también del suntuoso vestuario, los límites de la fantasía visual se superan con creces, los tres espacios con los que juega (el barrio de las mansiones, el valle y N. Y.) son salidos de una idealización hiperbólica, sumado a una coreografía en las fiestas colosales, es un circo de tres pistas donde todo funciona con la maestría de un reloj, esto maximizado por la extraordinaria fotografía de Simon Duggan (‘Yo Robot’ o ‘Die hard 4’), un tsunami de cromatismo vitalista, la cámara se convierte en un actor con vida propia en travellings imposibles, contrapicados vertiginosos por los rascacielos neoyorkinos, aumentando esta sensación adrenalítico el montaje de Jasonb Ballantine (‘Star Wars II’), Jonathan Redmond (‘Mouline Rouge’) y Matt Villa (‘King Knog’ de P. Jackson) con un ritmo trepidante, sabioendo frenar en los momentos adecuados para transmitirnos intimidad. Y por supuesto, como en todos los trabajos de Bazz la música tiene una importancia capital, compuesta por Craig Armstrong (‘Romeo y Julieta’, ‘Mouline Rouge’, ‘Love Actually’), deliciosa, pero lo que removido conciencias cinéfilas es el mezclar temas jazz con anacronismos de hip-hop como ‘Young & Beautiful’ de Lana del Rey, ‘Church in the Wild’ o el ‘Happy Together’ de Filter. A mí no me ha molestado pues el film debe ser visto como una idealización exagerada de la realidad, y por tanto esta música es la que hoy en día habría en estos saraos. Todo esto sirve a sus detractores para tacharla de videoclip alargado, en este caso se pude llegar a justificar en que los videos musicales son superficiales como los personajes que pueblan ‘El Gran Gatsby’.
La cinta tiene la estupenda capacidad de atraparte en sus redes con un inicio fulgurante, Nick nos relata desde un sanatorio mental el relato que marcó su vida, una primera media hora vibrante de misterio y magnetismo, nos enmarca el escenario y como sin verlo nos comienza a seducir la figura del enigmático Jay Gatsby, lírica su primera visión de espaldas en el embarcadero mirando al otro lado de la bahía un rayo de luz verde-esperanza de un faro lo ilumina, le sublima, y a la media hora, en medio de una fastuosa fiesta y con la hermosa música de Gershwin los fotogramas se atomizan con la carismática presentación de Jay Gatsby, con una cándida sonrisa nos ha ganado. A partir de aquí el film camina por dientes de sierra en cuanto a irregularidad, aunque la magia de lobueno oculta muchos de sus defectos. Además posee momentos que perduraran en la memoria, como las macrofiestas, aquelarre barroco –visual, o la emocionante cita tras 5 años separados de Gatsby con Daisy en casa de Nick, por momentos nos parece una escena celestial, los personajes flotan en medio de un paraíso florístico que se asemeja a una ensoñación y mientras suena de fondo el tema ‘Love is a drug’ de Bryan Ferry , o el torrente visceral de emociones de la discusión entre Buchanan y Gatsby en un piso en Nueva York, o la angustiosa escena del atropello, o como su final, disimulado tributo a ‘Sunset Boulevard’ de Billy Wilder. (continua en spoiler sin)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Lo que se le puede achacar y con razón es que Luhrman desvirtúa la moralina del libro, donde la lucha de clases y la dura crítica a esta alta sociedad era la base, Bazz lo reduce casi todo a una historia de amor fatal en la que un hombree se empeña en alcanzar el pasado. El libro pretendía ser una fotografía deprimente del ‘Sueño Americano’, un hombre salido de la nada que aspira a tener todo lo que desee, y lo que más desea es a Daisy, la manzana prohibida. Fitzgerald recrea en el papel una sociedad etérea, superflua, vacua, aquí Luhrmann da en la tecla al saber mostrarnos esta sociedad frívola de un modo cuasi-operístico, sociedad que tras su lujo estaba la Nada. Luhrmann junto a su co-guionista habitual Craig Pearce (‘Romeo y Julieta’ o ‘Mouline Rouge’), no se han destacado por la calidad de sus libretos, son meras excusa para su grandilocuente estética, trivialidad en diálogos, personajes débilmente construidos, situaciones dramáticas muchas veces chirriantes y esta no es una excepción, aunque en este caso la simpleza de los personajes puede ayudarnos a sentir su espíritu hueco.
En el apartado taras se le suma la innecesaria introducción de Nick desde el sanatorio, totalmente prescindible, en el libro es acertadamente contado en tercera persona, esto aporta cero a la historia y puede desviar la atención de lo primordial, también está el desaprovechamiento de la subtrama que implica al valle de las cenizas, se pasa de hurtadillas por el juego que habría dado esta grieta clasista. Los secundarios son meras figuras decorativas sin alma, apenas Tom Buchanan y Daisy pueden rozar al carismático Jay Gatsby, el resto simple atrezo de relleno. Esto deriva en la sensación de que lo primario es el estilo y no el fondo. Tampoco me ha gustado el personaje de Meyer Wolfsheim (Amitabh Bachnan), una figura salida de una mente antisemita, una caricatura para alimentar a mente racistas.
El reparto actoral queda eclipsado por un Leo DiCaprio fascinante, crea a su alrededor un halo místico que le hace brillar sobre todo y todos, Leo es un titán transmitiendo tormento interior, mostrando anhelos, esperanzas, frustraciones, angustia, aristas, su carisma es magno, la cámara está obnubilada por él, y él le corresponde, es el personaje mejor dibujado, es el único que tiene reacciones emocionales. Le sigue a mucha distancia una competente Carey Mulligan como la dulce Daisy, una frágil muchacha sin mucha personalidad que no parece saber lo que quiere y Carey lo emite con naturalidad, aunque sin mucha química con Leo. Joel Edgerton muestra una fuerte personalidad, un orgulloso y arrogante ricachón, pero queda por momentos caricaturesco. Y dejo para el último al desdibujado Tobey Maguirre expone la inanidad, insufrible en su rol de segundón, totalmente prescindible por su nula aportación, carece de personalidad, no es más que una sonrisa bobalicona enamorado de Gatsby y no se atreve a decírselo.
Al final nos queda un espectáculo sensorial suntuoso, con el defecto de una trama algo débil que no deja lugar a personajes tridimensionales, excepto Jay Gatsby, una obra que nos habla de la esperanza, la avaricia, la pasión, la idealización, la búsqueda de la felicidad soñada, de la soledad, la nostalgia por un pasado perdido, de la decadencia moral, las falsas apariencias, una puñalada al ‘Sueño Americano’ envuelto en una puesta en escena descomunal, que hace te sea un sabroso caramelo, aunque no una gran comida. Fuerza y honor!!!
Ha habido con esta 5 versiones de la obra de Firzgerald, la primera fue en 1926, adaptación silente perdida, en 1949 Elliott Nugent dirigió a Alan Ladd como el Gran Gatsby, en 1974 Jack Clayton con guión del genial Coppola dirigió a Robert Redford como gran protagonista, y en el 2000 se hizo para la televisión la penúltima con Robert Markowitz en la dirección y Toby Stephens en el rol de estrella.
En el apartado taras se le suma la innecesaria introducción de Nick desde el sanatorio, totalmente prescindible, en el libro es acertadamente contado en tercera persona, esto aporta cero a la historia y puede desviar la atención de lo primordial, también está el desaprovechamiento de la subtrama que implica al valle de las cenizas, se pasa de hurtadillas por el juego que habría dado esta grieta clasista. Los secundarios son meras figuras decorativas sin alma, apenas Tom Buchanan y Daisy pueden rozar al carismático Jay Gatsby, el resto simple atrezo de relleno. Esto deriva en la sensación de que lo primario es el estilo y no el fondo. Tampoco me ha gustado el personaje de Meyer Wolfsheim (Amitabh Bachnan), una figura salida de una mente antisemita, una caricatura para alimentar a mente racistas.
El reparto actoral queda eclipsado por un Leo DiCaprio fascinante, crea a su alrededor un halo místico que le hace brillar sobre todo y todos, Leo es un titán transmitiendo tormento interior, mostrando anhelos, esperanzas, frustraciones, angustia, aristas, su carisma es magno, la cámara está obnubilada por él, y él le corresponde, es el personaje mejor dibujado, es el único que tiene reacciones emocionales. Le sigue a mucha distancia una competente Carey Mulligan como la dulce Daisy, una frágil muchacha sin mucha personalidad que no parece saber lo que quiere y Carey lo emite con naturalidad, aunque sin mucha química con Leo. Joel Edgerton muestra una fuerte personalidad, un orgulloso y arrogante ricachón, pero queda por momentos caricaturesco. Y dejo para el último al desdibujado Tobey Maguirre expone la inanidad, insufrible en su rol de segundón, totalmente prescindible por su nula aportación, carece de personalidad, no es más que una sonrisa bobalicona enamorado de Gatsby y no se atreve a decírselo.
Al final nos queda un espectáculo sensorial suntuoso, con el defecto de una trama algo débil que no deja lugar a personajes tridimensionales, excepto Jay Gatsby, una obra que nos habla de la esperanza, la avaricia, la pasión, la idealización, la búsqueda de la felicidad soñada, de la soledad, la nostalgia por un pasado perdido, de la decadencia moral, las falsas apariencias, una puñalada al ‘Sueño Americano’ envuelto en una puesta en escena descomunal, que hace te sea un sabroso caramelo, aunque no una gran comida. Fuerza y honor!!!
Ha habido con esta 5 versiones de la obra de Firzgerald, la primera fue en 1926, adaptación silente perdida, en 1949 Elliott Nugent dirigió a Alan Ladd como el Gran Gatsby, en 1974 Jack Clayton con guión del genial Coppola dirigió a Robert Redford como gran protagonista, y en el 2000 se hizo para la televisión la penúltima con Robert Markowitz en la dirección y Toby Stephens en el rol de estrella.