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Voto de TOM REGAN:
9
7.5
5,616
Western. Drama
En Arizona, en el Fuerte Linton, se celebra un consejo de guerra para juzgar a un sargento negro acusado de la violación y el asesinato de una joven blanca. El sargento Rutledge, ha sido siempre un militar valiente y ejemplar, un modelo para todos sus soldados, pero ahora el ejército le cree culpable. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2017
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
03/03(03/01/17) Infravalorado film del maestro John Ford, una más que notable obra que demuestra la madurez y economía de medios con el director de origen irlandés, un western atípico en que mezcla su pasión por la caballería fronteriza del SXIX con un thriller judicial, sumado a la acción remanente de sus ingeniosos flash-back, derivando en una cautivadora película, en la que se hace una incisiva loa a la integración racial, y se arremete contra los prejuicios étnicos, ello en un contexto en que USA estaba en efervescencia por la lucha de los negros por los derechos civiles. “Sergeant Rutledge” (título original) surgió de una idea del guionista Willis Golbeck (“El hombre que mató a Liberty Balance”), que se propuso exaltar la contribución de los afroamericanos a la historia de los Estados Unidos, después de contemplar un cuadro del Frederic Remington (New York, 1861-Connecticut, 1909), donde aparecía un soldado negro de Caballería encaramado sobre su montura, componiendo una estampa heroica. El popular ilustrador de la frontera había esculpido al personaje sobre una llanura pedregosa e inacabable, con un horizonte desnudo y un cielo malva que sugería la fusión del polvo y un aire abrasador. Bajo el sombrero de ala ancha, aparece un rostro endurecido y parcialmente en sombra, que mira hacia un lado con el gesto del hombre de acción, familiarizado con el riesgo y las privaciones. Con un pañuelo rojo anudado al cuello y un bigote que delata su veteranía, la mano derecha no se separa de la culata del rifle y la izquierda sujeta las riendas, mientras el caballo levanta las orejas expectante, revelando que jinete y montura se hallan perfectamente compenetrados. El guión se dice que tiene una base histórica en la que el 9º de y 10º de caballería USA de soldados negros, comandado por oficiales blancos, libraron escaramuzas con los apaches en Arizona después de la Guerra Civil. Escrito por el propio Willis Goldbeck junto a James Warner Bellah (“Fort Apache”), se basa en un relato de este último, publicado (1958-59) en el "Saturday Evening Post".
El ingenioso guión desarrolla un puzle en el que las piezas parecen desordenadas en su estructura alambicada de idas y venidas, del juicio a los flash-back, en sus diferentes puntos de vista donde los narradores van cambiando según el testigo pase por el estrado, creando intriga y misterio a cada paso, ello en un increscendo de tensión latente entre los dos escenarios, el del pasado con la patrulla contra los apaches, como en la sala de juicio, ello con un ritmo fluido y de constante inquietud por lo grácilmente que se nos dosifica la información, por los enfrentamientos que se dan en los diferentes niveles, y todo promoviendo la emoción y la atención del espectador, sumándose jugoso goteo de humor típico fordiano, fruto este de dar relevancia a los secundarios, este produciéndose por el juez (sirve para hacer una incisiva crítica a la justicia y su arbitrariedad), su esposa marujona y el secretario de él, todo desembocando en un clímax final muy bien hilado, que te tiene atrapado, te absorbe, estallando en una conclusión brillante.
La cinta se convierte con un valiente (sobre todo en su tiempo) relato apasionante en una oda a la tolerancia racial, frente a los prejuicios xenófobos, exaltando con brío y fulgor la figura del sargento ejemplar Rutledge, haciendo un lindo canto a la integración, esto llama la atención porque muchos tildan a Fiord de racista y retrógrado, bueno, pero estos siempre podrán decir que si, los negros son bien tratados, se les da honor, integridad, nobleza, pero los nativos indios son vistos como sobras maléficas, bestias a exterminar si rostro, olvidando que Ford hizo grandes loas al honor y nobleza india en muchos de sus films.. Además Ford riega la cinta con su habitual enaltecimiento de la caballería fronteriza, su sentido del deber, su sacrificio por los demás, su idealismo, su compañerismo, su lealtad, camaradería, valores sobre los que Ford asienta la grandeza y espíritu de cómo los colonos americanos poblaron la vasta nación, incluso en sus lugares más agrestes. Esto el cineasta lo suma a su visión idealizada de cómo el ejército sirvió a la nación tras la cruenta Guerra de Secesión como elemento de cohesión, de unión entre antiguos enemigos, demostrando el director simpatía por el perdedor, con alusiones sutiles y sibilinas al conflicto, aquí quedan remarcadas en algún comentario (de humor negro) sobre como los yankis arrasaron y saquearon Atlanta durante la marcha de Sherman, o como se hace una subrepticia alabanza a la unión cuando se hace el gag del libro del código que rige los juicios militares.
Woody Strode como el ejemplar sargento Rutlegde compone el rol de su vida, una carismática presencia, imponente tanto física (fue pentatleta en su juventud, y luego jugador de futbol americano profesional, pionero entre los de color), como expresiva, regia figura que Ford explota de modo soberbio con contrapicados que elevan espiritualmente su fenomenal planta, y el actor demuestra mesura y contención, exhibiendo un mundo interior de sufrimiento estoico, espléndido. Jeffrey Hunter cumple en su rol de abogado defensor, con momentos de emoción, y con una buena química con Strode. Constance Towers está correcta en su rol de asistente a un juicio que le repudia por la acusación que ella comprenda injusta, aportando además su cándida belleza. Willis Bouchey como el presidente del jurado resulta entrañable y muy divertido, sobre todo en su interrelación con Billie Burke, la actriz que hace de su esposa, entre los dos hay unos escasos pero sabrosos y mordaces diálogos, y también con Judson Pratt, su ayudante Lt. Mulqueen (chispeante el running-gag del agua). Carleton Young como el fiscal Capt. Shattuck resulta un tanto plano pero incisivo en su representación del racismo de las instituciones.
El ingenioso guión desarrolla un puzle en el que las piezas parecen desordenadas en su estructura alambicada de idas y venidas, del juicio a los flash-back, en sus diferentes puntos de vista donde los narradores van cambiando según el testigo pase por el estrado, creando intriga y misterio a cada paso, ello en un increscendo de tensión latente entre los dos escenarios, el del pasado con la patrulla contra los apaches, como en la sala de juicio, ello con un ritmo fluido y de constante inquietud por lo grácilmente que se nos dosifica la información, por los enfrentamientos que se dan en los diferentes niveles, y todo promoviendo la emoción y la atención del espectador, sumándose jugoso goteo de humor típico fordiano, fruto este de dar relevancia a los secundarios, este produciéndose por el juez (sirve para hacer una incisiva crítica a la justicia y su arbitrariedad), su esposa marujona y el secretario de él, todo desembocando en un clímax final muy bien hilado, que te tiene atrapado, te absorbe, estallando en una conclusión brillante.
La cinta se convierte con un valiente (sobre todo en su tiempo) relato apasionante en una oda a la tolerancia racial, frente a los prejuicios xenófobos, exaltando con brío y fulgor la figura del sargento ejemplar Rutledge, haciendo un lindo canto a la integración, esto llama la atención porque muchos tildan a Fiord de racista y retrógrado, bueno, pero estos siempre podrán decir que si, los negros son bien tratados, se les da honor, integridad, nobleza, pero los nativos indios son vistos como sobras maléficas, bestias a exterminar si rostro, olvidando que Ford hizo grandes loas al honor y nobleza india en muchos de sus films.. Además Ford riega la cinta con su habitual enaltecimiento de la caballería fronteriza, su sentido del deber, su sacrificio por los demás, su idealismo, su compañerismo, su lealtad, camaradería, valores sobre los que Ford asienta la grandeza y espíritu de cómo los colonos americanos poblaron la vasta nación, incluso en sus lugares más agrestes. Esto el cineasta lo suma a su visión idealizada de cómo el ejército sirvió a la nación tras la cruenta Guerra de Secesión como elemento de cohesión, de unión entre antiguos enemigos, demostrando el director simpatía por el perdedor, con alusiones sutiles y sibilinas al conflicto, aquí quedan remarcadas en algún comentario (de humor negro) sobre como los yankis arrasaron y saquearon Atlanta durante la marcha de Sherman, o como se hace una subrepticia alabanza a la unión cuando se hace el gag del libro del código que rige los juicios militares.
Woody Strode como el ejemplar sargento Rutlegde compone el rol de su vida, una carismática presencia, imponente tanto física (fue pentatleta en su juventud, y luego jugador de futbol americano profesional, pionero entre los de color), como expresiva, regia figura que Ford explota de modo soberbio con contrapicados que elevan espiritualmente su fenomenal planta, y el actor demuestra mesura y contención, exhibiendo un mundo interior de sufrimiento estoico, espléndido. Jeffrey Hunter cumple en su rol de abogado defensor, con momentos de emoción, y con una buena química con Strode. Constance Towers está correcta en su rol de asistente a un juicio que le repudia por la acusación que ella comprenda injusta, aportando además su cándida belleza. Willis Bouchey como el presidente del jurado resulta entrañable y muy divertido, sobre todo en su interrelación con Billie Burke, la actriz que hace de su esposa, entre los dos hay unos escasos pero sabrosos y mordaces diálogos, y también con Judson Pratt, su ayudante Lt. Mulqueen (chispeante el running-gag del agua). Carleton Young como el fiscal Capt. Shattuck resulta un tanto plano pero incisivo en su representación del racismo de las instituciones.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Puesta en escena sugestiva por lo bien que se maneja para emitir emociones encontradas, empezando por la destacable dirección artística de Eddie Imazu (“El hombre que mató a Liberty Valance”), rodando en interiores de los Warner Studios, y exteriores entre los estados de Utah (Mexican Hat) y Arizona (Kayenta), donde se encuentra el lugar fetiche que encumbró John Ford, el Monument Valley, con sus singulares montañas, pináculos, planicies áridas, potenciado por la fenomenal fotografía de Bert Glennon (“La diligencia”), que en las espléndidas tomas generales dota de un gran colorido terroso las mesetas, en contraste con los infinitos cielos azules, emitiendo sofoco y calor constante, transmitiendo una belleza hosca, de esos lugares de una belleza turbadora y a la vez inhóspitos, esto alternado y contrapuesto a la claustrofobia de la sala del juicio maximizando los primeros planos para enfatizar la expresividad actoral, o jugando hábilmente con la luz, como en la declaración crucial (que describirá la ejemplaridad del sargento Rutledge) de Mary Beecher, iluminándola fuertemente al tiempo que oscurece el resto de la sala, o cuando la cámara se sitúa tras el público de la sala, haciéndonos sentir entre ellos, como especial es el modo sublime en que filma al sargento Rutledge, en contrapicados que engrandece y dan misticismo épico al personaje, Magno ese plano a modo de lienzo en que lo vemos con el fondo del horizonte crepuscular. Se suma la música de Howard Jackson (“Invasión en Birmania”), alusiva y sugerente, con melodías que acunan cada momento notablemente, destacando la canción escrita para el film por Mark David y Jeremy Livingstone, la homérica "Buffalo Soldiers", cuando se oye estremece.
Momentos recordables: El sibarita momento en que se mitifica al sargento Rutledge por parte de sus compañeros. Ford la escenifica con apolínea silueta de Rutledge recortándose en el crepuscular horizonte del Monument Valley mientras su tropa le canta “Buffalo soldiers”; Braxton no esconde su intención de fugarse a la primera oportunidad. Cuando el teniente Cantrell, le comenta que vivirá atormentado si huye, Rutledge replica: “Olvida usted señor que el destino de los míos es vivir siempre atormentados. Muy bonito lo que dijo el señor Lincoln de que éramos libres, pero no es cierto. Posiblemente lo seremos, pero aún no”; El sargento Mathew Luke Skidmore (Juano Hernández) le dice que no cree en su culpabilidad, incluso aunque se autoinculpara. Sin embargo, admite que le extraña su deserción y le pide explicación, Rutledge le dice “Huí (mirando sus grilletes) porque me metí en algo contra lo que no podemos luchar. Asunto de mujeres blancas”; El fiscal recurre al color de la piel del acusado como acicate, provoca la reacción indignada de Cantrell: “Si se va a incluir el color de la piel de un hombre como prueba o como tema de discusión en este tribunal, entonces diré que es a este tribunal a quien hay que juzgar y no a ese soldado”; El interrogatorio que Cantrell somete a Chandler Hubble (Fred Libby), el ímpetu y rabia me recordó el que Topm Cruise somete a Jack Nicholson en “Algunos hombres buenos”.
El soldado negro Moffat sabe que va a morir y se angustia al pensar en sus tres hijas
Moffat: “Qué va a ser de ellas?”
Sargento Braxton Rutledge: “Algún día se sentirán orgullosas de ti”
Moffat: “Algún día, siempre estás hablando de algún día como si fuera a bajar el paraíso a la tierra. Somos tontos de luchar en la guerra por los blancos”
Sargento Braxton Rutledge: “No luchamos por los blancos. Luchamos por nuestro porvenir” (su compañero muere y no puede escuchar sus palabras)
Una muy buena película, que conviene ensalzar, pues parece perdida entre la filmografía fordiana, y para mí es reseñable por sus valores fílmicos, y por su coraje de elogiar como los negros han contribuido a engrandecer los Estados Unidos. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/02/el-sargento-negro.html
Momentos recordables: El sibarita momento en que se mitifica al sargento Rutledge por parte de sus compañeros. Ford la escenifica con apolínea silueta de Rutledge recortándose en el crepuscular horizonte del Monument Valley mientras su tropa le canta “Buffalo soldiers”; Braxton no esconde su intención de fugarse a la primera oportunidad. Cuando el teniente Cantrell, le comenta que vivirá atormentado si huye, Rutledge replica: “Olvida usted señor que el destino de los míos es vivir siempre atormentados. Muy bonito lo que dijo el señor Lincoln de que éramos libres, pero no es cierto. Posiblemente lo seremos, pero aún no”; El sargento Mathew Luke Skidmore (Juano Hernández) le dice que no cree en su culpabilidad, incluso aunque se autoinculpara. Sin embargo, admite que le extraña su deserción y le pide explicación, Rutledge le dice “Huí (mirando sus grilletes) porque me metí en algo contra lo que no podemos luchar. Asunto de mujeres blancas”; El fiscal recurre al color de la piel del acusado como acicate, provoca la reacción indignada de Cantrell: “Si se va a incluir el color de la piel de un hombre como prueba o como tema de discusión en este tribunal, entonces diré que es a este tribunal a quien hay que juzgar y no a ese soldado”; El interrogatorio que Cantrell somete a Chandler Hubble (Fred Libby), el ímpetu y rabia me recordó el que Topm Cruise somete a Jack Nicholson en “Algunos hombres buenos”.
El soldado negro Moffat sabe que va a morir y se angustia al pensar en sus tres hijas
Moffat: “Qué va a ser de ellas?”
Sargento Braxton Rutledge: “Algún día se sentirán orgullosas de ti”
Moffat: “Algún día, siempre estás hablando de algún día como si fuera a bajar el paraíso a la tierra. Somos tontos de luchar en la guerra por los blancos”
Sargento Braxton Rutledge: “No luchamos por los blancos. Luchamos por nuestro porvenir” (su compañero muere y no puede escuchar sus palabras)
Una muy buena película, que conviene ensalzar, pues parece perdida entre la filmografía fordiana, y para mí es reseñable por sus valores fílmicos, y por su coraje de elogiar como los negros han contribuido a engrandecer los Estados Unidos. Fuerza y honor!!!
Para leer más sobre el film ir a: http://tomregan.blogspot.com/2017/02/el-sargento-negro.html