195/05(11/09/17) Con motivo del reciente fallecimiento del realizador texano Tobe Hooper (26/08/2017) he decidido a darle mi particular homenaje con la revisión y crítica de la que fue su obra más emblemática, paradójicamente (cual O. Welles con “Ciudadano Kane”) fue su bendición y maldición, pues ya jamás alcanzó la cima de su debut, me refiero por supuesto a su ópera prima (dirigida y escrita por él, esto junto a Kim Henkel) “La matanza de Texas”, que se mantiene fresca y aterradora como el primer día (por ejemplo no pasa con “La noche de los muertos vivientes” o “El exorcista”) que ya desde su título evoca terror e inquietud, para muchos la mejor cinta del género hacha jamás, película de culto que ha tenido enorme influencia en punto y aparte en la Historia del Cine, obra seminal que marcó un antes y después creando el subgénero de slasher: cine de terror producido en el contexto del así llamado cine de explotación. El término slasher es un anglicismo derivado de la palabra «slash» [«cuchillada» o «corte» en inglés]. Característica habitual de este subgénero es la presencia de un psicópata que asesina brutalmente a adolescentes y jóvenes que se encuentran fuera de la supervisión de algún adulto. La mayoría de veces las víctimas están envueltas en sexo prematuro o consumo de drogas. Slashers posteriores populares Halloween, House on Sorority Row, Viernes 13, Pesadilla en Elm St, Scream, etc.

Creó escuela con psicópata con el rostro oculto (Icono Leatherface), lugares aislados (la tétrica granja en medio de la nada), grupo de jóvenes, protagonista femenina chillona (Marilyn Burns se convirtió en “reina del grito”), muertes sádicas (mítica la del gancho de carnicero, Meathook), personajes con deficiencias, esquema de la acción... si es que es todo.

Te atrapa en su malsana y mugrienta ambientación, con ritmo trepidante, el realizador inteligentemente hace trabajar la imaginación del espectador, pues en realidad es menos sangrienta de lo que parece, habiendo mucho fuera de plano, elipsis, haciendo de su feista fotografía un elemento fundamental para emitir pavor, esto gracias a filmar con una película que necesitaba mucha más potencia que la que la luz de los focos le daba, lo que llenaba la imagen de grano, de suciedad, de polvo e inmundicia, esto apoyado en un manejo de la cámara cercano al documental de guerra, con mucho primer plano, creando sensaciones de asfixia y opresión, de tonalidades macilentas, jugando con contraluces, creando emociones cuasi-alucinógenas. Componiendo escenas ya clásicas en el cine, como ver a Leatherface agitando la motosierra mientras corre tras la chica por el campo.

Cinta sugestiva desde su lúgubre arranque, tras pequeña introducción sobreimpresionada, sobre fondo negro oímos el sonido de los que parece ser una pala excavando, tras esto atisbamos flashes de imágenes de cadáveres putrefactos en poses extrañas, mientras escuchamos sonidos disonantes, tras esto veremos un contra zoom con la visión de dos cadáveres en descomposición sobre una lápida, uno sosteniendo la cabeza del otro, de fondo oímos las noticias por radio de unas profanaciones de tumbas, y tras esto los créditos iniciales. Y a partir de aquí la narración va desbocada por senderos sucios, calurosos, sudorosos, sintiendo real las situaciones, cercanos, un terror latente con recursos hábiles, hasta que explota con la aparición arrolladora de Leatherface y un enorme martillo, apoteósico, luego regando la historia de momento de un horror sofocante, morboso, abrasados, con imágenes que perduraran por siempre en nuestro subconsciente.

Hooper edifica un devastador retrato de una disfuncional familia rednek, lo hace sugiriendo más que mostrando, provoca que sea la mente la que imagine el terror, lo cual lo hace más aberrante, ello a partir de un paisaje cuasi post-apocalíptico, desolado, aislado, cerrado, del que no parece haber salida, granjas abandonadas, estaciones de servicio fantasma, cementerios profanados, fábricas cerradas. Pudiendo encontrar varias sublecturas en su sencillo y directo argumento, como por ejemplo la crítica al capitalismo industrial, el que provoca en sus reconversiones provocan parados, donde toda la “maquinaria” (primitiva) para matar animales ha sido reconvertida en “instrumentos” (martillos, motosierra, ganchos de carne,…) para matar personas, un perturbador guiño del destino; Asimismo hay una feroz crítica a la deshumanización de la familia típica americana, atacando a través de esta disfuncional prole de caníbales sanguinarios, los Sawyer, a la tradicional familia, parodiándola con mordacidad envenenada, siendo el núcleo de estos dardos la escena de la cena, donde solo falta la típica madre, o no, pues esta puede ser vista en Leatherface, con su mandil, y cocinando lacena en la cocina, está el padre en la figura del dueño de la gasolinera, donde el autostopista puede ser visto como el típico adolescente díscolo, e incluso está el abuelo de la familia en silla de ruedas, todos alrededor de la mesa con su “invitada”.

Aunque gore no resulta sangrienta explícita, las muertes resultan espantosas por lo que suscitan que por lo que se ve, sugiere más que enseña, haciendo que el fotograma oculto de la mente funcione, ello con recursos ingeniosos, con una atmósfera enrarecida-pesadillesca, con los chillidos que retumban en nuestra mente mucho después de acabado el film, con fueras de campo punzantes, provocando una intensidad, suspense y tensión que cala como el sudor en el espectador. Macabra radiografía de los peores temores, desde los cadáveres profanados, el autoestopista trastornado, el sonido del generador, el sudor, la graja con el interior decorado con huesos humanos y plumas de aves, las moscas, la impactante primera aparición de Leatherface, el meathook, la motosierra, la persecución nocturna de Leatherface tras la chica, la cena, los chirriantes ruidos, los gritos, los primeros planos de los ojos a punto de explotar de la chica, etc… (sigue en spoiler)