Por ejemplo, cuando tiran al tipo a la piscina, tiene que nadar y salir rápidamente o se ahoga de verdad, y eso lo tendría que ver y oír el personaje de la directora del colegio, porque, aunque es de noche, algo de luz tiene que haber o no verían absolutamente nada. Igualmente el simulacro de ahogamiento en la bañera, todo en presencia de la persona que pretenden engañar. No hay más que imaginarse cómo sería en la realidad. El tipo tendría que ser una especie de faquir para contener la respiración y simular estar muerto cuando lo sacan, y mientras, tiene que sacar la cabeza para no ahogarse de verdad, y eso se oye, etc., etc. Todo resulta absurdo e impracticable. Sin embargo, esta película tuvo mucho éxito, como las de Hitchcock, y es que al espectador le gusta ser engañado, siempre y cuando los absurdos resulten creíbles en apariencia por la buena puesta en escena y la naturalidad de los actores, y no se analicen de verdad. Pero no se puede olvidar que lo que están contando es "peliculero". La realidad suele ser mucho más simple, ladina y cruda.