Punto rojo - Red Dot

El director sueco Alain Darborg acaba de estrenar un terrorífico thriller que Netflix ha incorporado en su vasto catálogo de producciones cinematográficas.
La espeluznante peripecia de David y Nadja, un joven matrimonio que no atraviesa precisamente por su mejor momento y decide tomarse tres días de vacaciones en el norte de Suecia con la finalidad de normalizar su tormentosa relación, es la más aterradora que cualquier expectador pueda imaginar.
En un lugar tan desolado como sobrecogedor, en el que cualquier signo de vida ha desaparecido o permanece oculto bajo una expesa capa de nieve y hielo, transcurre buena parte de la narración. Y en ese silencio estremecedor sólo el fantasmagórico centelleo de las luces boreales parece conferir al paisaje una cierta sensación de serena tranquilidad.
Darborg no pierde un minuto en envolvernos en una atmósfera de malsana incertidumbre y pronto esa incomodidad se irá convirtiendo en una horrenda pesadilla de la que nos será imposible desentendernos. Y pese a ser ésta una pelicula rodada básicamente en exteriores, resulta tanto o más claustrofóbica que si nos hubieran encerrado en las siniestras mazmorras de un oscuro torreón.
La cinta es parca en diálogos pues la escalofriante adrenalina que desprende la acción es lo suficientemente explícita como para subordinar el texto del relato a un segundo plano. Daborg es un genial administrador del tiempo narrativo. En 85 minutos despacha de manera magistral una historia en la que otro director hubiera empleado mucho más tiempo de metraje. La fotografía es impecable y el uso que hace del fuera de campo es, en muchas ocasiones, más sugerente e inquietante que la imagen misma.
Y aunque uno tenga la sensación de que algunas partes del guion ya han sido vistas con anterioridad en otras realizaciones y ciertas escenas puedan resultar previsibles, Daborg coloca las piezas de su enigmático puzzle con tal habilidad que consigue mantenernos en vilo y sin respiración de principio a fin.
Aconsejo abstenerse a todas aquellas criaturas de alma meliflua y corazón sensible. Evitarán así sentir, en su delicado organismo, el sabor amargo de la náusea. Quedan avisadas.

Emilio Castelló Barreneche