Woody Allen se atrevió a dejar New York para rodar una historia en Londres, donde ha buscado una gran ambientación para su película.

El film empieza dándonos unas pinceladas de lo que puede significar la suerte para la humanidad invitándonos a reflexionar sobre ella. Nos presenta a los protagonistas y va introduciendo la trama poco a poco, va metiendo al espectador en ese juego amoroso entre los personajes. Bien es cierto que llega un momento en el que parece que va a ser la típica película de triángulo amoroso, pero como bien he dicho sólo parece, y sólo lo parece por un momento ya que muy habilidosamente el guionista (Allen) lo levanta con una simle escena y entonces todo vuelve a ser como antes, intrigante a la vez que emocionante y en algunas ocasiones frustrantes.

Es cierto que Allen no sale en la película como nos tenía acostumbrados antiguamente, y es cierto que no se rodó en New York, pero también es cierto que viendo la película uno puede darse cuenta automáticamente que el guión es suyo: muchas de las frases son indudablemente de su cabeza neoyorquina y muchas de las situaciones son propias de su inquieta mente a la que nos tenía acostumbrados, pero no por ello es una película previsible o que digas "esto ya lo he visto mil veces" o "este tío siempre hace lo mismo", es más, todo lo contrario.

Lo mejor de esta película es sin duda que es una historia de la vida real contada con sencillez y maestría que te engancha de principio a fin.

La conclusión que uno saca viendo este film es que uno de los grandes del siglo XX vuelve con fuerza en el sigo XXI después de algunos trabajos más flojos. Esperemos que nos siga deleitando por muchos años. En fin, espero que no se olviden de ella en la Academia de Hollywood.