Uno de los mejores westerns de la historia. Historia sencilla, pero bien desarrollada, con buen ritmo, acertados personajes y acertadas interpretaciones. Todas las situaciones tensas del film son ajustadas en cuanto al momento, duración e intensidad. El clímax final es aguardado con gran expectación, y culmina de forma inteligente, pero sobre todo, de forma eficaz.
Aunque hay niño y perro por medio, la película huye de inútiles edulcoraciones, aunque, siendo realistas, el papel del niño es imprescindible, y con el paso de los años, es lo primero que te viene a la cabeza al recordar la película: el crío corriendo gritando: ¡Shane!