Haz click aquí para copiar la URL
Voto de Kyrios:
7
Fantástico. Terror. Drama. Aventuras Adaptación libre del poema de Dante Alighieri "La divina comedia", e inspirado en las ilustraciones de Gustav Doré. Fue una de las primeras películas surrealistas. (FILMAFFINITY)
1 de mayo de 2014
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
L’Inferno (El infierno, 1911) es una de aquellas películas que podemos clasificar perfectamente como producción habitual dentro del cine italiano colosal de la época. La cinematografía italiana se mostró en sus inicios como una ferviente propulsora de películas con carácter histórico (el mismo año en que se estrenó el Inferno se estrenó también Quo Vadis de Enrico Guazzoni), calificadas por la historiografía como cine colosalista. Muchas de ella se basaban en historias sobre la antigüedad romana, o épocas como el renacimiento o el resurgimento, con clara voluntad política para mostrar las grandezas del mundo italiano. El Infierno es quizá un poco diferente, porque está basada en la magnífica y célebre obra del poeta Dante Alighieri, la Divina comedia (sí bien es cierto que se adopta una obra de renombre con intenciones de vender comercialmente la película), sin que exista ningún tipo de enaltecimiento político.

Compuesta por Cincuenta y cuatro rollos, y con una duración realmente sorprendente para la época (un poco más de sesenta minutos), El infierno nos muestra la tendencia que iba a desarrollarse primeramente en el cine italiano, con películas que iban claramente proyectadas hacía cada vez más una duración más prolongada. El cine se iba haciendo adulto y fue en Italia donde dio sus primeros pasos.

El desarrollo es bastante lineal, el poeta Dante desciende a los infiernos, acompañado del clásico Virgilio para salvar a su amada Beatriz. Los interludios textuales de la película se corresponden con trozos de la obra original, que nos indican y señalan el desarrollo para que el espectador comprenda las acciones que está viendo. Muchas de las escenas están inspiradas en la serie de grabados que realizó el artista francés Gustave Doré para ilustrar una reedición del clásico libro (recordemos que el mismo Doré tuvo la ocasión de volver a grabar una serie diabólica, con las ilustraciones que realizaría para la reedición del Paraíso Perdido, de John Milton), lo que reafirma que la película no es una simple colección de escenas, sino que tiene una composición elaborada detrás de muchas de ellas.

El infierno está diseñado para ser un film claramente desarrollado mediante el recurso del Crescendo. Si en la primera parte nos encontramos con un paisaje agreste pero poco diabólico, a medida que avanza la película el paisaje se transforma totalmente, hasta llegar al clímax final, en el que vemos la cara del mismísimo Lucifer. En realidad este desarrollo corresponde con el ideado por Dante en la Divina Comedia, que nos presentaba el infierno como una serie de auténticos anillos concéntricos. Los exteriores están reservados para los pecadores que han cometido actos menos punibles (se llega a presentar a los clásicos que no han podido ir al cielo por su paganismo, pero que tampoco han ido a lo más profundo del infierno porque no cometieron ninguna maldad) mientras que los interiores están dedicados a los pecadores más infames. Los tres que el propio Satanás castiga son Bruto, Casio (ambos culpables de la traición de Julio César) y Judas.

El sentido clásico de Dante queda ciertamente diluido (en la obra, muchas de las personas que Dante colocaba en el infierno eran coetáneos suyos, de tal manera que la obra era también una plataforma perfecta para criticar a personajes que él conocía, incluyendo miembros de la iglesia), con lo que el poder de la película reside en algunos de sus secuencias de tortura, en su poética y el diseño visual de diversas escenas.

La narración, como ya comentaba anteriormente, no está hecha para mostrar un argumento discursivo, sino que está realizada exclusivamente para mostrarnos la potencia visual del film. A medida que avanzamos en el metraje, la obra va mostrándonos secuencias muy sugerentes, en la que vemos a los pecadores envueltos en una brumosa niebla mientras se agitan convulsionados. Esta poética del “desnudo” (no sólo por los cuerpos, sino porque el mismo paisaje parece escogido por estar totalmente yermo) confecciona una atmósfera realmente singular. El infierno tiene muy pocas semejanzas con otras películas históricas de la misma década. Gran parte del film está basado en diversos trucajes, efectos especiales que diríamos hoy, que beben en gran medida del cine de George Mélies. Trucos como cabezas que desaparecen, repetición de figuras, nieblas creadas mediante artificios..

Demonológicamente la película sigue durante muchos minutos la iconografía tradicional. Minos (el guardián del infierno según la obra de Dante; como vemos, la obra literaria ya nos deja marcado el carácter mitológico y religioso que encontramos combinado también en la película) uno de los primeros seres que guarda la entrada al infierno, apenas se nos presenta con un maquillaje que reviste su piel de un tono rojizo. Y esta será en realidad una de las tónicas constantes en la película. Muchos de los demonios siguientes que irán apareciendo estarán diseñados visualmente de la misma manera (a lo máximo que se llega es a colocar un par de alas en su espalda). Aún así, a medida que avanza la película, gracias a la acumulación de estas figuras (en cierta secuencia llegan a acaparar casi la totalidad de la pantalla) se produce una tensión muy interesante. De todas maneras, y pese a que El Inferno va un paso más allá que las películas de Mélies, no se llega a exhibir una imagen demoníaca realmente rompedora, sino que se sigue con los esquemas tradicionales. Como ejemplo sintomático tenemos la cabeza final de Lucifer, que paradójicamente tiene cierto parecido con el propio cineasta francés.

http://neokunst.wordpress.com/2014/05/01/linferno-1911/
Kyrios
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow