Es casi seguro que Nerón no fue el responsable del incendio de Roma, que fue algo fortuito, pues estaba de vacaciones en su pueblo natal cuando éste se desató. En esas épocas eran frecuentes los incendios debido a las construcciones de madera y a la superpoblación. Parece ser que sus excesos, sus delirios de grandeza, la celeridad con la que acometió la reconstrucción de los barrios destruidos y los rumores de que habría tocado la lira y cantado desde la cumbre del Quirinal mientras la ciudad ardía, hicieron sospechar al pueblo que él fue el responsable. Nerón, en una jugada defensiva, acusó a los cristianos e inició una persecución contra ellos; y en otra jugada un tanto torpe fruto de su megalomanía, decidió construirse una gigantesca villa (la "Domus Aurea") sobre las ruinas del centro.
A pesar de todo, casi ningún historiador se atrevería a asegurar al cien por cien ninguna de las variantes de esta historia. Así pues, no veo como fallo tomarse cuantas licencias consideren necesarias los cineastas, guionistas y/o escritores. La más cantosa es la forma en que se desarrolla la parte final, es decir, lo del suicidio tras la rebelión en el Coliseo.

Personalmente lo que menos me gustó fue esa actitud proselitista que mencionaba una crítica anterior.
Me pareció curiosa esa similitud Nerón-Hitler durante la marcha militar del principio; no sé si me traicionó el subconsciente (el gesto ave lo emplearon las SS para saludar a Hitler) o si fue voluntaria.
Pero, bueno, reconozco que es muy entretenida, y, además, los decorados y maquetas son colosales, de lo mejorcito que he visto en el género. Algunos otros detalles técnicos están más descuidados, como los fondos de la "carrera" de cuadrigas del principio o algunas peleas.
Todos los actores cumplen, pero destacan Ustinov –aunque quizás resulte demasiado cómico para una historia como ésta– y, sobre todo, Leo Genn como Petronio.