Aunque lo parezca, "Ferdinand" no es una película española sino norteamericana, a cargo de un especialista en este género como el brasileño Carlos Saldanha, responsable de varias de la saga de "Ice Age" (2002, 2006 y 2009) o "Robots" (2005). La película es la adaptación de una novela del estadodunidense Munro Leaf, "El cuento de Ferdinand", publicado en 1936 y que generó bastante polémica en su momento porque fue entendida en clave pacifista. De hecho fue interpretado como antifascista pero también como fascista (aislacionismo de los Estados Unidos) y de hecho estas lecturas diversas se mantienen en la actualidad. Así, si para la mayoría es antitaurina, encubiertamente gay y contraria a la violencia, como es en realidad, para unos cuantos es favorable al toreo, discrimina a los homosexuales y favorece el maltrato. Qué cacao tienen los progres, madre mía.

El primer problema de "Ferdinand" es que se la juzga por su intención ideológica. Para la gran mayoría, el que se posicione en contra de las corridas de toros ya es mérito suficiente y al revés, para aquellos enamorados de la llamada fiesta nacional va a estar mal de entrada. Yo como me encuentro en un término medio entre estas posturas voy a juzgarla con imparcialidad, es decir, en función del grado de inteligencia con el que desarrolla su idea. Hay un momento en el que parece que va por un buen camino, cuando Valiente dice que no hay más opciones para un toro que luchar o convertirse en carne. Pero ante este problema Saldanha sale por la tangente con toros bailarines que se suben a a los autobuses y hacen mil cabriolas más. Al final, resulta todo una chorrada sin sentido, también por un mensaje increíblemente blando, buenista y amanerado. Pero a los pequeños no les aburrirá.