El final es demasiado edulcorado no tanto porque acabe bien sino por lo deprisa que se resuelven los conflictos. Peor aún es la brusquedad de ciertas situaciones. No parece muy lógico pasar de querer matar a alguien a pelillos a la mar, o la obsesión que le entra al patriarca cuando ve a Ben (Paul Newman) para casarlo con su hija.

Ahora bien, mi mayor pega es que el planteamiento de la película me pareció bueno pero se termina quebrando solo. Es decir, la trama en cierto modo va de una chica idealista e inteligente que pone de vuelta y media a una sociedad totalmente liberal y especialmente a los varones que le dan forma, hombres que consideran que el dinero es lo más importante, que se muestran agresivos porque creen que es el mejor medio de obtener poder, autoridad y respeto, que creen que hay que competir, luchar y salir a flote "sin pedir ayuda", que de la nada "se hacen a sí mismos" al precio que sea, estafadores, vividores, trepas, déspotas y chulos, que ven en las mujeres un medio para medrar socialmente, tener descendencia o obtener un desahogo. Clara se opone a toda esta visión del mundo y rechaza a los varones que son así. Sin embargo, la tensión que puede haber entre ella y Ben, que posee todos estos rasgos negativos que he señalado, se resuelve de un plumazo no sé sabe muy bien por qué. El posible rival que representa en cierto modo el modelo ideal de Clara, lo eliminamos metiéndolo en el armario insinuando su homosexualidad. Así que vuelve al redil de la sociedad y del hombre liberal, que por lo que se ve, para Martin Ritt es lo más perfecto que puede existir.