Confieso que cuando empecé a verla me dio la impresión de que podía ser una gran obra. Leí de refilón que se trataba de la adaptación de un relato de Albert Camus, más tarde supe que "El huésped", y que se enmarcaba en la colonia francesa de Argelia en 1954, es decir, en los días en que comenzó la fatídica guerra de independencia. Los primeros cinco minutos son hasta emocionantes, contemplar a Daru (Viggo Mortensen) perdido en la meseta argelina para enseñar a los niños nativos una educación rudimentaria y darles sus raciones de trigo para que sus familias pudieran poner algo a la mesa. Sin embargo, el arranque de "Lejos de los hombres" es un mero espejismo del desierto sahariano, si bien aquí no consta, es todo terreno montañoso y tirando a frío, cordillera del Atlas. Por cierto, que no se rodó donde parece sino en el Marruecos, cosa que adiviné pronto.

Lo malo de la película no es sólo que se pase de lenta, intimista y gélida, sino que han cogido el cuento de Camús, enorme escritor, dicho sea de paso, y se han quedado en el principio y el final. El resto, incluidos los tiroteos y la gente a caballo para cazar al árabe, y por supuesto desde que salen de la escuela, es una pura invención. Y se nota bastante. Camús era demasiado serio como incurrir en los tics modernos a los que se abona "Lejos de los hombres". Lo peor del cambiazo es que no es inocente sino que pretende, otra vez, denigrar a Francia y ensalzar a los nacionalistas argelinas, los más patriotas y nobles del mundo según David Oelhoffen, para lo que nos cuela un enfrentamiento y unos tiroteos de prisioneros más falsos que esa meretriz, que quién se va a creer que una chica así iba a estar en un burdel polvoriento de un pueblucho de mala muerte del Atlas.