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España España · Zaragoza
Voto de Travis:
7
Terror Inspirada en una historia real sucedida en el madrileño barrio de Vallecas en los años 90. Tras hacer una ouija con unas amigas, una adolescente es asediada por aterradoras presencias sobrenaturales que amenazan con hacer daño a toda su familia. (FILMAFFINITY)
16 de diciembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Madrid, junio del noventa y uno. Verónica (Sandra Escacena) es una adolescente vallecana que tiene dos obsesiones: el recuerdo de su padre y el grupo Héroes del Silencio. Ausente el padre-no sabremos las causas de su fallecimiento- y con su madre (Ana Torrent) sometida a una extenuante rutina laboral, la joven debe encargarse del cuidado de sus tres hermanos pequeños. Verónica vive en un conflicto permanente. Echa de menos a su padre, la responsabilidad de cuidar a sus hermanos le desborda, los cambios de su cuerpo, en plena transición hacia la adultez le desconciertan, y no es capaz de comunicarse con su madre de forma eficaz. En ocasiones observa desde su ventana a una vecina de su edad con la que comparte su fijación por el grupo zaragozano. Cada noche antes de dormirse, se evade de ese entorno asfixiante escuchando en su walkman "Hechizo", mientras ilumina con una linterna una representación infantil de un cielo estrellado. "Vámonos de esta habitación al espacio exterior", oímos en uno de los momentos de mayor simbolismo. Llevada por su afición al ocultismo, organiza una sesión de espiritismo de manual junto a dos compañeras de colegio (una de las cuales es algo tontorrona) que se complica más allá de lo esperado. A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan, no precisamente para bien.
El argumento de "Verónica" está basado en el único expediente policial español que reconoce la existencia de fenómenos paranormales, se nos avisa al comienzo del filme. El director Paco Plaza y el guionista Fernando Navarro han rediseñado los hechos conocidos para construir un filme que se enmarca dentro del inagotable filón de casas encantadas, espíritus malignos y posesiones que domina el cine de terror hodierno.
Muy pronto advertimos que además de la joven que da nombre al filme los otros protagonistas son los Héroes del Silencio. Su presencia es constante, a pesar de que nunca se les nombra: las fotos y posters que adornan la habitación y buena parte de los pertrechos de Verónica o la blanquísma camiseta con el emblema del grupo (confieso, no sin algo de rubor, que yo poseía una idéntica) y que transgrede la rigidez del uniforme escolar acaparan en buena medida la puesta en escena. Y por su puesto están sus canciones que el Plaza usa con la doble intención de contextualizar el relato y de generar una atmósfera desasosegante.
Los temas que suenan en el filme han sido extraídos del tercer álbum del grupo, "Senderos de traición", editado a finales de mil novecientos noventa o principios de mil novecientos noventa y uno, alcanzando notable éxito comercial y predicamento, tanto en España como en otros países. Su título plagiaba, con descaro, el de una película coetánea del director Costa Gavras. Nada que reprochar, ya que la propiedad intelectual no incluye los títulos de las obras. Sonaban Héroes en aquella época trepidantes y vigorosos, más si cabe en directo. La voz de su solista, un aspirante a sosias de Jim Morrison, aún no se había engolado hasta el oprobio y su ego, más adelante desembridado, permanecía latente. Muchos años han pasado desde que dejé de escuchar las canciones de Héroes. En su momento, al igual que la adolescente Verónica, lo hacía con arrobo e insistencia, hasta aprenderme todas ellas de memoria. ¿Pecado de juventud? Quizás pero con toda seguridad no de los más graves. Oídas hoy de nuevo, esas canciones no me dicen apenas nada, ni siquiera me arrastran a la nostalgia, por más que sea justo reconocer que el paso del tiempo no se ha cebado particularmente con ellas . En realidad, ya no escucho las canciones de casi nadie. La música, ese arte de hacer ruido, dejó de hechizarme. Su omnipresencia me agota.
El resultado final del filme creo que está lejos de ser insatisfactorio. Cierto es que Plaza abraza no pocos clichés propios del género, pero no menos cierto es que de no haberlo hecho en mayor o menor medida, la película sería tan jauta como un pastel de manzana relleno de calabaza. Loable me parece el trabajo de puesta en escena, aspecto que a menudo se descuida en el cine español y que aquí se refuerza con una brillante fotografía rezumante de clasicismo bien digerido. Algunos aspectos más endebles como el personaje, algo forzado, de la monja ciega o la reiteración en el uso de algunos recursos retóricos no empañan en demasía los logros alcanzados.
Travis
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