Queda un año para que llegue a las salas la versión de Godzilla de Gareth Edwards (Monsters), lejos queda la versión que en 1998 realizó Roland Emmerich y que todo el mundo ha preferido olvidar -salvo que te la encuentres en la TV en una sobremesa de fin de semana, y entonces si te acuerdes de ella, y lo mala que era-. Prometía ser una de las sensaciones de aquel verano 98', el primer film de Godzilla hecho en USA, y el siguiente paso en la carrera del director que había agradado con Independence Day (1996).

A la película, contra lo que se dice, no le fue nada mal en taquilla -379 millones recaudados con un coste de 130- pero el sabor de boca que dejó en todos fue tan amargo que la presumible secuela se fue al traste en las oficinas de Sony -su productora-. No sé si idea de esta misma productora o del director, pero en Godzilla no hay ninguna estrella que encabece el reparto, y a falta de eso tampoco ningún buen actor como protagonista.

Matthew Broderick cada vez que ha interpretado a un adulto ha demostrado ser un actor un poco tontorrón, Maria Pitillo conseguía su primer papel importante pero su pánfilo personaje y su mala interpretación la apartaron de tener una carrera consistente. Mejores son los secundarios Jean Reno, Hank Azaria y Kevin Dunn, pero tampoco son la clase de tipos que esperas ver protagonizando Godzilla.

La historia no hace falta explicarla mucho, un dragón de Komodo afectado de la radiación procedente de pruebas nucleares en el Pacífico, crece y se convierte en un mastodóntico bicho que se va de visita a la isla de Manhattan a destruir edificios, atacar a los humanos y poner huevos en el Madison Square Garden. Los actores del párrafo anterior, los encargados de hacerle frente.

Si realmente la intención de Sony y Roland Emmerich era no tener ninguna estrella en el reparto para no hacerle sombra el monstruo del título ¿Por qué sale tan poco? Y cuando sale ¿Por qué siempre le encuadran los pies? Por una vez Roland Emmerich tenía un leitmotiv con suficiente peso para ofrecer su cine, apología de la destrucción del suelo americano (Independence Day, El Día de Mañana, 2012), pero prefirió ocultar el bicho en las cloacas y en el Madison, y en su lugar focalizar la trama en los aburridos personajes.

Setenta minutos llevan y salvo un ocasional paseo del bicho por la ciudad algo inofensivo -apenas un par de bajas civiles- no pasa mucho más. El estudio del fenómeno por parte de un científico (Broderick), la escasez de oportunidades laborales de una periodista (Pitillo), el encuentro entre ambos, y sobre todo la logística del ejército por eliminar la amenaza, escenas de relleno que siempre me saca de quicio en las películas y que tengo la sensación de haber visto mil veces. Por favor, productores, guionistas y directores de cine del mundo, salvo género bélico, mandad al ejército y sus vacuas charlas y/o tácticas en el centro de operaciones a tomar por...

Con el ejército ya fuera de cámara, y con la llegada de los protagonistas a la guarida de Godzilla -donde están las crías- la peli despierta del letargo y hay algo de dinamismo en la sucesión de los hechos que anima el cotarro. Toda esta parte que sucede en el Madison Square Garden y el posterior clímax -persecución del bicho a un taxi- no hacen que Godzilla llegue al aprobado, pero está más cercano a lo que uno espera ver cuando decide ir al cine, alquilarla, la ve por la TV o se la descarga.

Acaba por ser un ejemplo del mal cine de Roland Emmerich, mucho ruido y pocas nueces. Cuatro destrozos con los que vender la peli en el trailer, ritmo a trompicones, nulos personajes, larga duración, e imitación de otros que hacen este tipo de cine mejor que él. Esta Godzilla se parece a veces a cualquiera de los dos primeros Parques Jurásico de Spielberg, cambiando localización y con peores efectos especiales, cutrillos vistos hoy.