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España España · Madrid
Voto de OsitoF:
3
Ciencia ficción. Thriller. Romance Jonathan Preest es un detective que oculta su rostro tras una máscara. Es un hombre escéptico que odia El Ministerio, una institución religiosa y enigmática que gobierna Meanwhile City y que, durante siglos, se ha encargado de proporcionar creencias a la población. Preest planea una venganza contra El Ministerio, pero, además, trata de castigar a los asesinos de una chica que él intentó proteger. Es el único ateo de Meanwhile City, e ... [+]
5 de abril de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con una acertada elección de protagonistas (el alelado Ryan Philippe, la eróticamente atormentada Eva Green, el inquietante Bernard Hill y el impasible Sam Riley) y unos medios digitales nada desdeñables, el director y guionista Gerald McMorrow propone una nueva vuelta de tuerca de este reciente subgénero, tan de moda últimamente, que podríamos llamar “thriller esquizofrénico” y que consiste en, meternos (o al menos intentar meternos) en la mente de un enfermo.

El género es arriesgado, porque la gente mentalmente enferma es gente que, por definición, no es mentalmente normal… así que el intento de identificarnos con un anormal puede acabar en:

a) Fracaso estrepitoso. La dirección y el planteamiento fallan y el espectador no siente que le invitan a ser un enfermo mental… lo que siente es que le toman por enfermo mental, o peor, por un gilipollas.
b) El planteamiento está bien, pero el director fracasa y la película le sale rara e incomprensible de cojones. El espectador acepta que forma parte de un experimento para meterse en una cabeza ajena, pero no lo asimila y percibe que se ha metido en la cabeza de un gilipollas.
c) Planteamiento y dirección son los adecuados y el espectador acepta el juego.

Lamentablemente, “Franklin” está en alguna de las dos primeras categorías y yo me inclino más por la primera. Su propuesta de separar el mundo de fantasía en el que vive atrapado Ryan Philippe (un mundo majestuosamente gótico, oscuro y sugerente pero absolutamente vacío y desprovisto de cualquier aportación a la historia) del mundo real no es novedosa, pero sí está suficientemente trabajada en el apartado artístico como para dedicar un rato a disfrutar de los efectos visuales. Desgraciadamente, dicha separación es tan drástica que realmente no hay relación palpable entre ambos mundos y transcurre más de media película hasta que se constata la naturaleza esquizofrénica de lo que llaman “ciudad media”, media película de tedio e incomprensión, media película tirada a la basura.

Además, para terminar de confundirnos (ojo, no lo digo como demérito técnico, porque no dudo de que confundirnos era precisamente la intención de Gerald McMorrow), las historias que tienen lugar en el mundo real son igual de paranoicas, o incluso más, que la acción que transcurre en la ciudad imaginaria. El desconcertante resultado, que tal era el propósito, es bastante tramposo: las tramas, en su confusión revoltijera, se muestran más relacionadas entre sí por su inconexión de lo que guionistas y directores son capaces de lograr con su talento, se retuercen unas con otras, se juntan y separan en una armoniosa sinfonía de caos que no cuaja, que sin duda era lo que se pretendia, en una obra maestra del psicodrama abstracto sino en una decepcionante aburrimiento y la ya mencionada sensación de “me cago en sus muertos, ya me han vuelto a tomar por gilipollas”

Película trampa de libro. Su bonito envoltorio deja entrever una propuesta de misterio a la que cuesta resistirse y no concederle una oportunidad; luego el misterio esconde un nuevo enigma y el enigma un acertijo, si le dedicamos cinco minutos nos pide otros cinco y luego exige otros cinco… y así se pasa todo el metraje hasta que desvelamos la última intriga para descubrir que no hay absolutamente nada, solo tiempo perdido. Alejaos de ella.
OsitoF
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