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Voto de Felipe Larrea:
8
Western Un grupo de jóvenes pistoleros se dedica a asaltar los bancos del estado de Wyoming y el tren-correo de la Union Pacific. El jefe de la banda es el carismático Butch Cassidy (Newman), y Sundance Kid (Redford) es su inseparable compañero. Un día, después de un atraco, el grupo se disuelve. Será entonces cuando Butch, Sundance y una joven maestra de Denver (Ross) formen un trío de románticos forajidos que, huyendo de la ley, llegan hasta Bolivia. (FILMAFFINITY) [+]
3 de noviembre de 2010
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los ingredientes necesarios para crear una película comercial de calidad, esas que perduran en la memoria colectiva, pertenecen al terreno de lo misterioso y lo irracional. Si juntas en el mismo proyecto a un buen director, un buen guionista y unos buenos actores, lo normal es conseguir una buena película, sin embargo un éxito de taquilla se mueve por otros derroteros. A toro pasado todos sabemos porqué “Indiana Jones” o “Piratas del Caribe” triunfaron, pero antes del estreno es muy difícil saber si el éxito sonreirá o no. En esa liga se requieren virtudes tan volubles como el encanto, la suerte y el olfato; se necesita acertar de pleno con el casting, refrescar algún género estancado, e incluir unas cuantas escenas inolvidables.

Por ejemplo, dos tipos con olfato son Paul Newman y George Roy Hill. El primero intentó comprar el guión, pero se le adelantaron; un tiempo después le dieron el papel principal. Con esa modestia que te gana para su causa aunque sepas que te podría levantar la novia con chasquear los dedos, dijo que la película funcionaría igual de bien con otros actores. Menos mal que el director no pensaba igual, aunque alguno de los nombres que sonaron fueron los de Steve McQueen, Marlon Brando y Warren Beatty. Roy Hill no sólo ejerció su oficio de manera impecable, sino que encargó a Burt Bacharach una canción que sirviera de eje para toda una escena, y el tipo se sacó de la manga “Raindrops Keep Fallin’ On My Head”. Encanto, suerte y olfato.

Esa escena de la bicicleta le parecía una parida a Robert Redford, un tipo sin olfato. Él no confiaba demasiado en las posibilidades de una historia anacrónica, pueril y demasiado comercial. La crítica pensó lo mismo en su estreno y la machacó sin miramientos. Y eso que el nuevo Hollywood estaba a la vuelta de la esquina y se introdujeron irreverencias como una relación a trío de moral un tanto distraída y un personaje femenino que no se reduce al habitual florero. Quizá no percibieron el atrevimiento y se escandalizaron con la manera de mostrar Bolivia o con la escena que juega con la idea de una posible violación.

En fin, que se equivocaron y en los meses siguientes “Dos hombres y un destino” conquistó el corazón del público, ganó cuatro Oscars (incluido guión original) y cabalgaba al galope hacia la categoría de clásico.
Felipe Larrea
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