Malcolm Little fue un personaje tan relevante para la cultura americana a principios del siglo XX que pedía una película biográfica a gritos desde mucho tiempo antes de que Spike Lee, referente cineasta afroamericano, se embarcara en su proyecto. Así obtenemos una cinta que es al personaje lo que su figura fue para los movimientos políticos y sociales, en un retrato lineal de su trayectoria sin llegar a considerarse un ejemplo documental.

Sorprende ver muchas voces críticas que tildan a la película de apología del racismo o de pecar de una inusitada subjetividad por parte del director, ya que lejos de complicarse laboralmente, realiza un trabajo bastante funcional y superficial. Respaldo mi teoría gracias a un desarrollo argumental que atraviesa las diferentes etapas de Malcolm X – en una magistral interpretación de Denzel Washington -, donde la primera hora de la película se torna trepidante, pero en el intento de trazar una línea lo más objetiva posible, el ritmo decae por momentos ante el excesivo metraje final.

Todo ello deja un poso inconforme tras su visionado. La sensación de que podía haberse explotado más la figura del personaje y que está falto de profundidad, conducen desde un fervor caluroso inicial hacia un desenlace frío y calculado, donde al menos podemos ver las dos caras del protagonista a través de la propia visión evolutiva que va adquiriendo. Por ello, invito a no caer en clichés propagandísticos y disfrutar de una cinta que si bien pudo dar más de sí, te recuerda, como dijo Malcolm: “si no estás prevenido ante los medios de comunicación, te harán amar al opresor y odiar al oprimido”.