Al principio me resultó un poco chocante la historia de este intelectual gris, inflexible, mas que solitario misántropo, que cuando se encuentra a unos okupas en su casa va aceptando la situación. Pero la verdad es que la historia transcurre con tanta normalidad de una manera tan cotidiana, sin estridencias ni grandes momentos melodramáticos que al final te llega a parecer normal el cambio que se va produciendo. Me encanta la presencia de la música y los momentos mágicos que se producen con los tambores frente a la mediocridad de nuestro americano con el piano.
Lo que parece un hermoso hermanamiento de culturas y formas de entender no sólo la música sino otras muchas cosas de la vida queda de pronto roto por un tonto incidente que nos muestra la cruda realidad de como la sociedad americana ve a los emigrantes y como nuestro reconvertido personaje se encuentra con el muro insalvable en que se ha convertido la postura de la justicia americana en relación con este tema.
El final me parece adecuado, pasa lo que tiene que pasar y me quito el sombrero ante esta decisión.
Los actores estan sobrios y naturales. Me encanta la interpretación de la evolución del personaje que hace Richard Jenkins y la actriz Hian Ababass en su papel de la madre.
Por favor que alguien siga haciendo películas como estas y a lo mejor a todos nos acaba apeteciendo ir, aunque sólo sea de vez en cuando, a tocar el djembe al metro o a cualquier parque