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España España · Madrid
Voto de Charles:
7
Documental En el año 2000 Terry Gilliam intentó llevar el Quijote a la gran pantalla en un proyecto llamado "El Hombre que Mató a Don Quijote". Sin embargo, una serie de desgracias para la historia del cine hace que nos tengamos que conformar con el documental "Lost in la Mancha" de Keith Fulton y Louis Pepe sobre el rodaje de éste magnífico sueño de Gilliam en España. En él veremos como los técnicos se desesperarán por el modo de trabajar de ... [+]
26 de abril de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si hay un plano en este revelador documental que exprese mejor la quijotesca empresa de Terry Gilliam sería este:
Gilliam empieza a describir los recientes pormenores de la producción, diciendo que estamos hablando de algo muy próximo al "caos", y sin embargo un ayudante le replica que puede ser algo "casi imposible".
¿La reacción? Terry Gilliam pasa a dar una risotada, alta y prolongada, que viene a expresar que es eso precisamente lo que le mueve.

Hay en todo este documental un elemento de sueño, de lucha por una realidad que no está a la altura, imposible de negar.
Y por supuesto, no caben más calamidades en un rodaje que ya estaba expuesto a ellas, pero incluso todas ellas tienen toda la pinta de ser una prueba más en el camino de Gilliam.
Como si algún fenómeno natural deseara probar la resistencia del director, un fenómeno natural contra el que, por supuesto, no cabe enfadarse ni reclamar.

Todo ello para establecer el paralelismo fácil entre el propio Gilliam y Don Quijote, dos figuras enfrentadas a lo imposible y a la vez derrotadas por la aplastante realidad, que no perdona.
No es solo un documento de vital importancia respecto a cualquier rodaje (esas caras de hastío, esa mala gana seguida del más bueno de los humores...) si no un testimonio de lo duro que es ser el único que ve un sueño que necesita de la colaboración para vivir. Era una lucha a lo imposible, una batalla perdida de antemano, y sin embargo Gilliam no lo deja ni a las primeras, segundas, terceras o cuartas de cambio, porque, como él mismo dice "disfruta de rodar, aunque sean tonterías".
Un ejemplo de lo que es un creador entregado a su obra, y quizás existente por culpa de ella, algo tan fascinante como peligroso, por las múltiples desilusiones.

Podrían cargarse las tintas contra esta realidad. Esta realidad inane y estéril, que cree demasiado poco en los sueños y si mucho en las facturas que pagar. Uno no puede si no fantasear con las maravillas que tendríamos si a las grandes mentes de la Humanidad se les hubiera dotado de recursos, tiempo y ánimo.
Pero sería hablar ni de la mitad de la cuestión: que, a veces, sencillamente, la mala suerte se empeña en que nuestras empresas caigan antes de tiempo.

Al final, es un hermoso (pero triste, muy triste) réquiem: uno por los sueños perdidos, por ese diálogo perdido entre lo racional y lo abstracto, que pocas veces se llega a dar.
¿La respuesta? No la tiene Gilliam, ni la tiene nadie, tan solo sigue rodando. Termina con las palabras de que Terry Gilliam a los seis meses quiso poner en marcha otra adaptación del Quijote. No necesito saber si lo consiguió, porque esas pocas palabras ya me dan bastante más esperanza que saberlo.
Charles
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