No sé qué pensaría Buster Keaton si en 1924 alguien le explicara que su cine ya metidos en el S.XXI sería apreciado igual que se valoran las joyas más extraordinarias. Me encantaría saber qué pasaba por su cabeza cuando formaba parte de la vanguardia del cine, cuando en esa gloriosa década (para él) firmó títulos tan nombrados por los historiadores del cine, y saber qué pensaba sobre el futuro del cine. Ahí queda para los curiosos cinéfilos obras como este mediometraje sobre el sueño de un joven Keaton, una película repleta de gags que siguen funcionando hoy y con el dinamismo propio de su realizador. Hay mucho más que acrobacias gratuitas, hay más que una cara de gestos imperceptibles, tan serio como fue conocido, en este cine hay cosas que aunque suene a paradoja hacen rejuvenecer al espectador.

Pienso en su biografía y no puedo dejar de sentir rabia, porque la industria se lo tragó en cuanto el cine sonoro asomó la cabeza, porque pasaron las décadas y Buster Keaton fue ninguneado, porque el tiempo fue su peor aliado y ya en la década de los sesenta, en la recta final de su vida, el cine de los años veinte debía ser visto como una prehistoria olvidada. Por suerte, hoy podemos disfrutar de su cine, podemos dar las gracias a que existieron pioneros como Keaton y sus primeras innovaciones técnicas, y es que si el cine evoluciona es porque alguien decidió dar unos primeros pasos. De "El moderno Sherlock Holmes" hay mucho material prestado a cineastas de reconocida trayectoria, ese muchacho que mezcla sueño con realidad, el ensamblaje entre la proyección y la realidad, el humor, el amor, la sonrisa...

No dejaré de recomendar "El moderno Sherlock Holmes" a quien sea, se trata de 45 minutos de entretenimiento garantizado y como cinéfilo, un encuentro con los orígenes que personalmente me ha emocionado.