Sobrevalorada hasta el hartazgo, lenta, lineal, fallida como thriller, ineficaz como cine costumbrista, con imperdonables errores de casting de secundarios, madres de 30 años de adolescentes que salvan de la hoguera clichés fotográficos que en la realidad hubiera ardido con sólo oler el fuego, con un Raúl Arevalo cuyo bigote llega a ser más expresivo que su interpretación monocorde, con subtramas esbozadas que luego no significan nada (meadas sangrantes, tráfico de coca etc), con méritos adjudicados a unos recurrentes planos cenitales que hoy se realizan con drones automatizados; en resumidas cuentas, La Isla Mínima queda muy por debajo de Grupo 7, la anterior de Alberto Rodríguez.
Se llevará 20 goyas de los 17 a los que está nominada, pero me seguirá pareciendo una película que se ve favorecida por la comparación, ya que salvo la estupenda Magical Girl el resto de cine hecho en 2014 en España es irrelevante, Niños y vascos incluidos, y claro está, puestos así claro que destaca La Isla Mínima.