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España España · Oviedo
Voto de Sícoles:
8
Drama. Intriga Sola en unas vacaciones junto al mar, Leda (Olivia Colman) se ve consumida por una joven madre y su hija mientras las observa en la playa. Intrigada por su atractiva relación (y por su estridente y amenazante familia), Leda se siente abrumada por sus propios recuerdos del terror, la confusión y la intensidad de la maternidad temprana. Un acto impulsivo lleva a Leda al extraño y ominoso mundo de su propia mente, donde se ve obligada a ... [+]
24 de febrero de 2022
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La hija oscura (The Lost Daughter en su original) ha sido una de las grandes sorpresas del último año de cine. La ópera prima de la actriz estadounidense Maggie Gyllenhaal es sorprendente tanto por su frescura formal como por su atrevido tratamiento del tema de la maternidad. La película adapta la novela homónima de Elena Ferrante y supone, también, el primer trabajo de Gyllenhaal como guionista, que le valió el Premio al Mejor Guion en el pasado Festival de Venecia.

La cinta arranca in extrema res con una escena sombría, en la que vemos a la protagonista, Leda Caruso, caminar vacilante hacia la orilla del mar. El vestido de Leda —interpretada por Olivia Colman— muestra una mancha de sangre a la altura del vientre. La mujer llega tambaleándose a la orilla y se desploma, momento en el que aparecen los títulos de crédito iniciales.

Esta carta de presentación introduce algunos de los síntomas que transmitirá toda la película. El primero es la confusión, la ambigüedad; la cinta está repleta de símbolos y de comportamientos desconcertantes de los personajes que exigen atención plena al espectador. Otro de estos síntomas es la angustia, esa sensación constante de que algo perturbador está por ocurrir. Para crear esta atmósfera, la película se sirve de una excelente banda sonora, que mezcla temas cálidos con motivos indudablemente siniestros. El primer ejemplo lo encontramos en la escena inicial que describía, cuando suena la canción «Leda», claramente discordante respecto a lo que vemos en la pantalla.

También contribuye, como no podía ser de otra manera, la actuación apabullante de Olivia Colman. Su personaje es una profesora universitaria —y madre de dos hijas— de 48 años que viaja sola a Grecia para pasar unas vacaciones tranquilas. La película la sigue durante los días previos al incidente de la playa. Desde su llegada a la casa en la que se aloja, Leda percibe ciertos indicios de que su estancia no va a resultar tan pacífica como esperaba: el sonido del faro por la noche, que la molesta para dormir; la fruta que coge de la mesa y voltea, descubriendo que su cara oculta está podrida; y el insecto repugnante (al menos para ella) que se posa al lado de su almohada y la despierta.

Las relaciones que entabla con la gente de allí tampoco son muy halagüeñas: el primer día, Leda está en la playa leyendo en silencio cuando una gran familia se asienta cerca de ella y la disturba. Callie, una mujer embarazada algo más joven que la protagonista, le pide que se cambie de sitio; Leda se niega y discuten. A partir de entonces, la antipatía surge entre Leda y los miembros de la familia, que se encargarán de incomodarla preguntándole por qué no está con sus hijos, o simplemente juzgándola con la mirada. Gyllenhaal utiliza de forma inteligente planos subjetivos de la protagonista para transmitir al espectador las sensaciones que experimenta de inhospitalidad, de sentirse una intrusa en una comunidad que la critica por el mero hecho de ejercer su libertad. En un principio, la única persona con la que se siente a gusto es Will (Paul Mescal), un chico que trabaja en el local de la playa.

Sin embargo, Leda conecta inesperadamente con una madre joven de la familia, Nina, interpretada por Dakota Johnson. Al observar a Nina con su hija pequeña, Leda ve en la madre a una versión pasada de ella misma y, de alguna manera, comienza a rememorar sus primeros años de maternidad. En este punto, la narración de la película se bifurca y accedemos a los recuerdos de la protagonista; la Leda joven, a la que da vida de manera muy creíble la actriz Jessie Buckley, lucha por compaginar sus ambiciones profesionales con su condición de madre. Este relato paralelo está llevado con verdadero acierto: Gyllenhaal muestra las conexiones necesarias entre la Leda joven y la actual para explicar los motivos de la conducta del personaje.

La hija oscura refleja la experiencia de la maternidad a través de lo mejor y lo peor. En los momentos tiernos, de amor incondicional hacia las hijas, la cámara es tremendamente cercana y sensorial, casi se mete en la piel de las actrices. Es capaz, incluso, de expresar lo emocionalmente poderoso que puede ser el vínculo entre una madre y sus hijas mediante algo tan nimio como una naranja. Por el contrario, hay escenas en las que se palpa la desesperación que sufren las madres por tener que atender a las exigencias de sus niñas. Como prueba, el calvario por el que pasa Nina cuando su hija pierde una muñeca, la cual se revela como una metáfora significativa de la historia. No digo hijas o niñas por error; Leda y Nina no tienen ningún hijo varón, circunstancia que se resalta en un diálogo en particular.

En ciertos momentos, la película expresa la privación de las libertades inherente a la condición de madre. Leda se ve frustrada en su juventud por no poder centrarse en su vida profesional. Y no solo eso; también siente una fuerte frustración sexual. El matrimonio y la maternidad la obligan a reprimir un deseo de experimentación —o una experimentación de su deseo, si se quiere— que apenas consigue sofocar. Resulta muy interesante cómo se representa la sexualidad femenina en el personaje de Leda, concretamente en una o dos escenas (el número depende de quien las vea, claro) memorables por su punto de incomodidad o de extravagancia.

En conclusión, Maggie Gyllenhaal compone una película compleja, tanto en la forma como en el fondo, fresca y, sobre todo, muy valiente. La cineasta narra con una mirada desprejuiciada la maternidad, y, por si fuera poco, elevan el nivel de la cinta las interpretaciones de un reparto mayoritariamente femenino. Una ópera prima sensacional, con una atmósfera incierta y angustiante muy lograda, que invita a disfrutar del cine sin juzgar injustamente a sus protagonistas.

P. S.: ¿En serio nadie ha titulado su crítica «Madres paralelas»? ¡Qué oportunidad desaprovechada! XD
Sícoles
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