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España España · Oviedo
Voto de Sícoles:
7
Drama Basada en una historia real, cuenta la historia de un maestro de una ciudad fronteriza mexicana llena de abandono, corrupción y violencia, que prueba un nuevo método radical para desbloquear la curiosidad y el potencial de sus alumnos, y puede que incluso su brillantez.
25 de enero de 2023
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El radical es el símbolo de las raíces cuadradas que se estudian en sexto de primaria. Radical es el método de enseñanza de Sergio, el profesor sustituto que llega a una escuela primaria de Matamoros, México. Radical es, por supuesto, la violencia de la localidad que habitan los personajes. Y radical, drástico y desde la raíz, será el cambio que provoque el maestro en las vidas de un grupo de niños.

Tuve la suerte de ver este largometraje antes de su estreno oficial, en una proyección para voluntarios y personal días antes de que el festival comenzara. A uno se le escapan ciertos detalles del diálogo en inglés sin subtítulos, por lo que recibí una gran alegría al enterarme de que se trataba de una película mexicana. Por este motivo y por mi experiencia en general, probablemente valoraré esta y películas sucesivas fijándome más en lo positivo.




El primer filme del festival es familiar en tanto que gustará a todo tipo de público. Encaja fácilmente en el género «profesor marca la vida de unos estudiantes», al que pertenecen películas tan memorables como «El club de los poetas muertos» o «School of Rock». «Radical» también resulta familiar (cómo estoy con las polisemias) para los que vimos «CODA», ganadora en la edición de Sundance de 2021. En aquella, Eugenio Derbez ya interpretaba el papel de profesor excéntrico y bondadoso; un papel que le va como un guante.

A mí «CODA» me encantó, incluso tratándose de una cinta limitada por códigos rígidos del coming-of-age. No tan hilarante como esta, «Radical» adolece de los mismos problemas, los que acarrea el estar considerablemente atado a un género. En ocasiones los diálogos suenan algo trillados, y ciertos personajes y situaciones se fuerzan o exageran para acentuar el mensaje. La película busca descaradamente la lágrima y la consigue, pero no deja el poso de la emoción genuina, esa que te llevas contigo. Sobra algún momento lacrimoso y faltan más escenas auténticas como la de la tina o la de los niños simulando el movimiento de los planetas. Esta última me trae recuerdos de Ruben y los niños de la comunidad sorda de «Sound of Metal», y me conmueve de la misma forma.

«Radical» comienza prestando atención al detalle (el surco que deja una silla arrastrándose en la arena, las patas de un caballo cruzando un puente) a través de técnicas variadas: un desenfoque revelador, un encuadre subjetivo para conocer al protagonista y mucho cuadro dentro de cuadro para los niños. Contribuyen al derroche estético un par de planos secuencia —uno sigue el zigzag de una moto y el otro a un personaje adentrándose en un territorio hostil— que fluyen como la espuma. Aunque el director parece olvidarse de este estilo por momentos, escenas como la de la barca vuelven a levantar el vuelo. Se utiliza puntualmente un truco muy típico del cine latinoamericano, el de situar la violencia fuera de campo. En este caso, el recurso funciona tanto en lo artístico como en lo económico.

A nivel narrativo, lo más innovador de «Radical» es su estructura. El argumento principal se incrusta en una denuncia social solemne, la historia de verdad, contada con apenas tres escenas: la primera, una hacia la mitad y la última. Un muchacho y una pieza de vestuario sirven de sinécdoque y representan las carencias de todo un país. Sugiere que el relato esperanzador de la película es solo la excepción de un lugar en el que los niños nunca podrán exprimir su potencial, porque nunca tendrán quien se lo muestre ni los recursos para ello.

Porque de esto va la movida. De aprender a pensar, a creer en uno mismo y ser capaz de imaginar otro futuro, todavía una página en blanco. Paloma le agradece a Sergio haberle dado eso, algo que no le pueden quitar. Va de conocer los límites, pero no fiarse tanto de ellos, y es que una vez se flota ya es posible echar a volar. Y, por qué no, también habla de la amistad, de una cerveza optimista con un colega en la terraza, y de ser un poco payaso y un poco rebelde con lo que te rodea. No importa lo blandas que sean, apoyaré siempre estas películas melcochosas si siguen transmitiéndome estas ideas y regalándome un buen rato de risas y lloros.
Sícoles
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