Empieza la película y la primera vez que vemos a su protagonista está corriendo. Juguetón, tiene tiempo para estudiar, tener un pequeño y más o menos saludable vicio con el juego, ser mecánico y decirle a las chicas que son guapas. Cuidado, hoy en día tal vez a Charlie le debería preocupar menos que lo acusen falsamente de la muerte del hijo de un mafioso que de acoso sexual. Y, probablemente, la persecución en este segundo caso haría que la que vemos en la película se quede considerablemente pequeña a su lado. Sin embargo, es de agradecer al de arriba que existan película como esta, tan desprovistas de consideraciones de género, tan ligeras y con tanto sentido del humor.

La propuesta es sencilla pero, tal y como dijo su director, le podría pasar a cualquiera. Obviamente, no todos lo resolveríamos igual, pero la pluralidad de modos a los que su protagonista se adapta recalca el vigor con el que la cinta se desarrolla. Hace deporte, de modo que puede correr, estudia, de modo que puede pensar, y es mecánico, de modo que puede hacerle puentes a los coches. Todo está bien atado y el que no esté dispuesto a comprarlo también puede sucumbir al tono desenfadado de una propuesta que pretende enganchar a base de tensión y golpe de suerte. Obviamente, el modelo que vende de "suertudo" es el que es y a las feministas les entrará urticaria después de que le diga a la Preston que está preciosa (¿acaso mentía?).