La saga vuelve con el estilo que no debió haber perdido en la flojísima segunda parte.
Vuelve Freddy y también vuelve Nancy, la protagonista superviviente de la original.
En el reparto encontramos a algunos actores que en aquel momento no eran nadie pero que hoy nos resultan algo conocidos. Es llamativo ver lo jóvenes que estaban aquí Laurence Fishburne y Patricia Arquette.
Al ver los créditos iniciales, me ha sorprendido ver nombres como los de Frank Darabont, Chuck Russell y Angelo Badalamenti (como creador de la banda sonora). Con todo esto, queda claro que no va a ser tan de serie B como la segunda entrega.
Esta tercera parte aprovecha mucho más que la anterior las posibilidades que da el mundo onírico como realidad paralela. Además, se ven algunos sueños arquetípicos de los que todo el mundo ha tenido alguna vez. El hecho de controlar los sueños y usar poderes en ellos, así como que se puedan compartir, me ha recordado vagamente a cosas exploradas en el cine fantástico muchos años después. ¿Será casualidad que en esta película tengamos a una versión joven de "Morfeo" ("Matrix")?
El primer sueño, con la niña de la bicicleta y sonando esa cancioncilla que rima muy bien en inglés pero nada bien en español, da un poco de grima.
Las ensoñaciones que salen después ofrecen unas muertes muy imaginativas. Freddy es un asesino creativo y les mata según los miedos de cada uno.
En esta entrega, empezamos a conocer también un poco más del origen de este asesino, completando un poco el misterio de dónde viene este monstruo.
La clínica del sueño proporciona un nuevo entorno en donde las víctimas pueden luchar unidas contra Freddy. Esto aumenta las posibilidades y hace que la historia sea bastante atractiva, siendo en conjunto una de las mejores secuelas de la saga, que en el fondo no es decir mucho viendo todo lo que vino después.