Gerardo Olivares se atreve a contar una dura historia, que por desgracia es muy representativa de la cruda realidad del continente africano y la inmigración hacia Europa. Y lo hace con los pies en el suelo, trabajando con actores no conocidos que pasan perfectamente por gente corriente de Malí (si es que no lo son realmente).
El estilo de realización es prácticamente de documental, mostrándonos la vida diaria y el periplo de estos inmigrantes casi como si no hubiera una cámara delante. Y aunque no sea una película con grandes medios técnicos, la importancia del drama humano que cuenta, así como el buen hacer del director, la convierten en un título no carente de mérito.
La naturalidad de las actuaciones nos hará reflexionar y entristecernos por las penurias de los personajes. Y además de drama social, hay toques de aventura de supervivencia cuando estas personas se juegan la vida por el sueño europeo.
La dirección de fotografía en las secuencias del desierto también está muy bien.
Sin duda, es una película muy recomendable y que retrata con dureza un tema muy importante que nunca deja de estar de actualidad, centrado en los verdaderos protagonistas de esta realidad tan triste.