Pretendiendo emular al "Un Dios salvaje" de Roman Polanski, que ya hay que tener autoestima y/o inconsciencia, Cesc Gay crea una trampa como una feria de luminosa. Todo lo que en aquella era divertido, mordaz y honesto, aquí son lugares comunes estirados hasta el extremo y, por supuesto, disimulados bajo capas y capas de supuesto ingenio, arrojo y litros de cargante modernidad.

La película va de realista, de hablar de los problemas de una pareja, pero es profundamente deshonesta, porque, si bien no es creíble en ningún momento, el el viraje que realiza en su ecuador, por cortesía de la pareja invitada, provoca un descalabro sin posibilidad de remontar. La cantidad de suspensión de incredulidad que nos pide Cesc Gay es inalcanzable. Aún consiguiéndola, esa segunda mitad escasea en interés, dada su redundancia*(1).

En otro orden de cosas, me fastidia la sempiterna presencia del argentino de turno en las películas españolas, aunque Griselda Siciliani me cierra la boca con un trabajo fulgurante. Javier Cámara también está sensacional, aprovechando un personaje irritante. Las actuaciones de ambos van parejas a sus personajes, ya que lo interesante de esta pareja es inversamente proporcional a lo estúpida de la otra. No es de recibo que en una película para mayores de diez años aparezcan personajes tan planos. Su arrogancia, su entrometimiento y su mala educación y son intragables.

Ellos son parte fundamental del hundimiento de "Sentimental", una película que, por sí sola, se cree mucho más de lo que es. Se lo cree tanto que se pasa de rosca y, aunque durante su visionado aún se pueda soportar, al día siguiente parece una broma de mal gusto.