Alex de la Iglesia nos devuelve en plena decadencia de occidente del siglo XXI una comedia rescatada de los tiempos en los que te podías reír sin temor a que te hagan campañas de difamación ni cancelación.

Es una película tonta, sí.
Es un despropósito, sí.

Y precisamente lo bueno de esta pequeña joya es que es autoconsciente de que es una comedia del absurdo existencial jugando con los estereotipos, algo que es típico del cine de Alex de la Iglesia.

No es una comedia políticamente incorrecta -aunque habrá algún progre rancio que opine que sí- y no llega al nivel de "muertos de risa" o de "crimen ferpecto" pero es de lo mejor que he visto esta última década, plagada de comedias anodinas, sobadas y moralizantes con personajes planos y vacíos.

Si esta película fuera estadounidense o francesa tendría miles de fans.

Gracias, Alex de la Iglesia, por hacernos reír en estos tiempos tan turbios.