Confieso que Alfred es uno de los cineastas que más me alucina, desde siempre.
Pero empecé a pillarle manía con esta película.
A Monty no se le viste de cura, por Dios...

Alfred quiso animar a apostatar a todos sus espectadores cuando nos vino con el morenazo más impresionante que dio el cine -antes del accidente de Clift- enfundándolo bajo una horrible sotana y bajo una historia de amor aderezada con tabúes, adulterios y el puñetero secreto de confesión.

¿Secreto de qué? Yo jugué con una huija de pequeña y el jo’puta del párroco se lo fue a contar a mi madre. Luego me persiguía un cura que quería que me confirmase, cosa que no hice nunca, y al final resulta que el sátiro* ministro de Dios desapareció misteriosamente. No confieso un crimen. Todos sabemos que se fue con la cocinera de la tasca de enfrente a la iglesia de San Agustín. Así que no desvelo nada que es justo lo que hay que hacer con las pelis de Hitchcock... callarse la boca.

No diré más, sólo que a Monty se le da por odenarse sacerdote por un revés que le da la vida y la Baxter en toda la cara. Aún así el joven clérigo vuelve a poner la otra mejilla guardando un secreto de confesión mientras Karl Malden (el cura más odioso del cine en "La ley del silencio" de Kazan) le aprieta las tuercas. "Yo confieso": historia basada en un desengaño amoroso y un terrible dilema moral.

Y ahí es cuando me pregunto yo... Mañana me quedo sin el amor de mi vida que es a ratos Gilbert, a ratos Pas, a ratos Txarly, a ratos Servadac, a ratos Taylor, a ratos Miquel, a ratos Grandi, a ratos Alfie, a ratos Tala, Malkav, muchos otros… ¿entonces qué? ¿me meto a monja?

No sé si debiera ser “hipocrática” y guardar secreto de confesión pero me lo iba a pasar en el torno, vendiendo pastitas de Santa Clara, a lo grande.

Hitchcok, otra vez moralista. Que ya está bien…

En esta película se basa la excelente interpretada por Richard Burton, ya en los 80, "Absolución": una buena hostia a la Iglesia Católica.