Y lo digo por la crisis económica, los despidos masivos, el pánico y la alarma social, los economistas, sus mensajes agoreros, la reforma sanitaria de Obama que no va por buen camino, lo bien que les va a los del departamento de recursos humanos y más aún, a los controladores aéreos (al menos en este país). Me asquea la moraleja: sólo sentirás estabilidad y el peso de tu cuerpo sobre la tierra, sin vértigos, cuando hayas formado una pareja y una familia que te arrope en los tiempos difíciles que nos ha tocado vivir.

George Clooney hace de George Clooney, un hombre de mediana edad, de buen ver, sonrisa bonita, seductor, al que le caen los trajes como a ninguno, coleccionista de tarjetas y de zapatillas del Hilton, limpio, aseado y con una asombrosa habilidad para entrar por las puertas de embarque en tiempo record (mira tú… ya sabíamos que el truco está en no facturar, pero no que siempre es mejor hacer cola detrás de un asiático que de un tío con pinta de talibán. Vaya…).

Sufre una especie de fobia social y el compromiso le produce urticaria. Vuela durante 270 días al año e intenta huir de las mundanas relaciones y de los problemas terrenales. Por eso viaja liviano, que diría Borges. Sin peso en la mochila.

Pero mira que da el coñazo con la mochila el chaval… “no metáis objetos materiales, no metáis hijos, ni esposas, ni hermanas, ni sentimientos, ni conciencia”.

Una becaria o recién licenciada en psicología le pone las pilas desde sus candorosos 25 años y sus lecciones de vida aprendidas en películas de Dysney. Pero la cabrona, eso sí, es la artífice de inventar un sofisticado método de despido para rentabilizar ganancias en función de la relación coste mínimo, beneficio máximo. Y de paso para cortarle las alas al tipo este que vive en las nubes.

La rubia, la amante, es la sensatez en persona: la coherencia. Y Clooney, un cobarde por renunciar a sí mismo. ¿Qué quiere convertirse en cisne monógamo para dejar de ser un tiburón? Nadie dijo que la vida fuese fácil, pero por favor, que no vengan estas películas oportunistas con moralina cínica a decirnos cómo tenemos que vivirla.

Adecuada para los Oscars, claro. En eso estamos. Al igual que Mandela en “Invictus”, la doliente adolescente obesa negra y marginada de “Precious” o esta “Up in the air”, para consuelo de los que de un día para otro, se quedan en la puta calle sin oficio ni beneficio.

Sobre la actuación de Clooney, absolutamente nada que destacar. Sólo que los trajes y las corbatas, pareciera que se hubieran inventado para él.