Drama bélico de Kathryn Bigelow (CA, 1951) sobre guión original de Mark Boal. Se rueda en Jordania durante el verano de 2007, con un presupuesto de 11 M USD. Obtiene 6 Oscar. Producido por Kathryn Biguelow, Greg Shapiro y otros, se proyecta por primera vez en público el 4-IX-2008 (Venecia). La acción dramática tiene lugar en Bagdad (2004), pocos meses después de la ocupación del país.

Se trata de una película realizada con fuerza, energía y convicción. La cámara se sitúa en el escenario de los combates, en primera línea, donde los protagonistas se enfrentan reiterada y repetitivamente a la muerte. Ocupa el centro de atención un grupo de artificieros encargados de desactivar bombas que un enemigo invisible coloca por doquier. Los combatientes no sólo sufren la presión y la tensión psicológica de los lances de muerte que protagonizan. Además, se ven aislados de la población por problemas de idioma y saben que son objetivo permanente de una amenaza próxima que los hostiga desde posiciones imprevisibles.

La narración describe los horrores de una guerra cruel y sin cuartel. Desgrana hechos atroces y aterradores, que producen pánico siempre y náuseas en alguna ocasión. El discurso, de un realismo descarnado y sobrecogedor, se apoya en el uso de medios escasos. El estilo documentalista, con cámara al hombro o en mano, compone una visualidad que impresiona y, con frecuencia, detiene el aliento y hiela el alma.

Uno de los méritos del film radica en la presentación de la guerra como espectáculo que atrae curiosos, mirones, informadores, cámaras particulares y gran número de observadores diversos. La guerra se presenta como una ceremonia ritual que ha dejado sus escenarios de soledad y lejanía para convertirse en motivo de contemplación y visualización a la manera de antiguos autos de fe y otros ritos que exhibían en directo el sufrimiento humano y la muerte.

La realizadora construye, más allá de las imágenes, una exploración intimista de los efectos de la guerra sobre la mente y la conducta humana. La guerra no deja ileso a nadie, rompe a las personas por dentro y crea adicción a los protagonistas. Biguelow muestra cómo la convivencia con el peligro y el miedo crea en algunos combatientes adicciones que los incapacitan para la vida sosegada del hogar y la rutina del trabajo convencional.

La música, de Marco Beltrami (“Resident Evil”) y Buck Sanders, ofrece pasajes sonoros tratados electrónicamente que aportan un complemento adecuado, grato, moderno y virtuoso. La fotografía, de Barry Ackroyd, se apoya en una cámara inquieta, curiosa y muy móvil, que busca encuadres próximos, capaces de situar al espectador en el escenario de la acción e implicarlo en ella. Las rupturas temporales de cámara inmóvil o lenta evocan el sinsentido y la locura de la guerra. El desarrollo argumental es sencillo, pero es intensa la transmisión de información, emociones y sentimientos.