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Drama
Son los últimos días de agosto. Diane, una vieja y vitalista estrella de cine, y su pareja visitan a su hija Lane en su casa de campo. Lane es una mujer depresiva, cuya vida está marcada desde la infancia por el asesinato del amante de su madre, a la que culpa de su mala suerte. Lane está enamorada de Peter, un escritor, pero éste ama a Stephanie, que le corresponde, aunque está casada. (FILMAFFINITY)
8 de enero de 2012
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje nº 17 de los realizados por Woody Allen (Brooklyn, NY, 1 de diciembre de 1935). El guión, escrito por el propio W. Allen, responde a su deseo de escribir una pieza de cámara para trasladarla al cine. Se inspira en las obras del dramaturgo ruso Anton Chejov (1860-1904), en las del cineasta sueco Ingmar Bergman (1918-2007) y en hechos reales relacionados con la muerte violenta de un amante de la actriz Lana Turner. Se rueda a lo largo de unos 7 meses en un plató construido por Santo Loquasto en los Kaufman Astoria Studios (Qeens, NYC, NY), con un presupuesto estimado (IMDb) de 10 millones de USD. Producido por Robert Greenhut para Orion Pictures, se estrena el 18-XII-1987 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar en la casa de campo que Lane (Farrow) tiene en Vermont (Nueva Inglaterra, EEUU), durante los dos días del último fin de semana del mes de agosto de 1986. En la casa de Lane se reúnen Stephanie (Wiest), su mejor amiga; Howard (Elliott), un vecino de Lane, que se interesa por ella; Peter (Waterston), inquilino que ocupa la casa de invitados; Diane Fraser (Strich), madre de Lane, y el que es su pareja actual, Lloyd (Warden). Lane es viuda, vive sola, es insegura y arrastra frustraciones, traumas y obsesiones. Piensa retomar su trabajo como fotógrafa, probar con la literatura y vender la casa de campo para poder pagar deudas y abonar la entrada de un apartamento en NY. Stephanie, casada y madre de dos hijos, acompaña a Lane desde principios de agosto. Howard, de unos 50 años, es profesor de francés. Peter es publicista, escribe novelas y se siente fuertemente atraído por Stephanie. Diane, antigua actriz, es impulsiva, dominante, egoísta e irreflexiva. Lloyd es físico de profesión y se dedica a la astronomía.
El film sitúa a los actores y actrices en una casa de campo, próxima a un lago, pero alejada de la ciudad y con pocos vecinos en su entorno. En ella se respira un ambiente de paz y de silencio que invita al descanso, lo que constituye uno de sus principales atractivos. En este escenario único se desarrolla un drama intimista, triste y melancólico, de inusitada intensidad, sin que caiga nunca en la exageración y la desmesura. El guión se presenta exento de toques de humor y de la ironía habitual en las obras del autor. Atendiendo al resultado final, el film es una joya dramática, que desborda madurez, equilibrio, realismo, clasicismo y perfección.
El aislamiento del lugar se ve potenciado por una tormenta de verano con abundante aparato eléctrico y fuerte lluvia, que provoca incidencias durante la velada del primer día del encuentro. Los diálogos, bien escritos y equilibrados, son creíbles, verosímiles y ocurrentes. A través de ellos se ponen de manifiesto las tensiones que se dan entre los personajes, sus causas y su alcance en cada caso.
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La acción dramática tiene lugar en la casa de campo que Lane (Farrow) tiene en Vermont (Nueva Inglaterra, EEUU), durante los dos días del último fin de semana del mes de agosto de 1986. En la casa de Lane se reúnen Stephanie (Wiest), su mejor amiga; Howard (Elliott), un vecino de Lane, que se interesa por ella; Peter (Waterston), inquilino que ocupa la casa de invitados; Diane Fraser (Strich), madre de Lane, y el que es su pareja actual, Lloyd (Warden). Lane es viuda, vive sola, es insegura y arrastra frustraciones, traumas y obsesiones. Piensa retomar su trabajo como fotógrafa, probar con la literatura y vender la casa de campo para poder pagar deudas y abonar la entrada de un apartamento en NY. Stephanie, casada y madre de dos hijos, acompaña a Lane desde principios de agosto. Howard, de unos 50 años, es profesor de francés. Peter es publicista, escribe novelas y se siente fuertemente atraído por Stephanie. Diane, antigua actriz, es impulsiva, dominante, egoísta e irreflexiva. Lloyd es físico de profesión y se dedica a la astronomía.
El film sitúa a los actores y actrices en una casa de campo, próxima a un lago, pero alejada de la ciudad y con pocos vecinos en su entorno. En ella se respira un ambiente de paz y de silencio que invita al descanso, lo que constituye uno de sus principales atractivos. En este escenario único se desarrolla un drama intimista, triste y melancólico, de inusitada intensidad, sin que caiga nunca en la exageración y la desmesura. El guión se presenta exento de toques de humor y de la ironía habitual en las obras del autor. Atendiendo al resultado final, el film es una joya dramática, que desborda madurez, equilibrio, realismo, clasicismo y perfección.
El aislamiento del lugar se ve potenciado por una tormenta de verano con abundante aparato eléctrico y fuerte lluvia, que provoca incidencias durante la velada del primer día del encuentro. Los diálogos, bien escritos y equilibrados, son creíbles, verosímiles y ocurrentes. A través de ellos se ponen de manifiesto las tensiones que se dan entre los personajes, sus causas y su alcance en cada caso.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Las reacciones sucesivas de los personajes revelan las frustraciones de los mismos, su mediocridad y limitaciones. Con la ayuda de una gestualidad que nunca pierde la compostura, una soberbia puesta en escena y el acompañamiento de una adecuada y brillante banda sonora, se crea una atmósfera de desolación, tristeza y frustración que poco a poco hiela el ambiente de la casa y atormenta el espíritu de los personajes.
La obra refleja influencias del teatro de Chejov, en especial por lo que respecta a sus propuestas sobre la infelicidad y la tristeza inevitables en la vida humana. Refleja influencias de Bergman por lo que respecta a la descripción de la incomunicación y la apelación a la resignación luterana. Conserva las características propias del cine de W. Allen por lo que respecta a la pulsación de los conflictos sentimentales e ideológicos y al enfrentamiento de dualidades contrapuestas, que en este caso se dan relacionadas en forma de cadena que afecta a todos por pares (madre e hija, hija y amiga, etc.). Por lo demás, no faltan las referencias habituales al psicoanálisis, la música de jazz y sus autores e intérpretes, al buen cine (Kurosawa), a la música culta (Prokofiev), etc. Como corresponde a los gustos del realizador, no faltan ni la lluvia, ni el protagonismo de las mujeres, ni los personajes cultos y refinados. Destacan la magnífica austeridad con la que trabaja el realizador, la sencillez de los recursos que maneja y su admirable economía de medios. Se añaden unas interpretaciones convincentes, en especial la de Mia Farrow, que demuestra ser una actriz de talento.
La banda sonora reúne una selección de de temas nuevos y viejos o repetidos en la filmografía del realizador. Entre los temas ya conocidos cabe mencionar “What’ll I Do”, de Irving Berlin; “My Ideal”, de Art Tatum y Ben Webster; “Out of Nowhere” y, sobre todo, “Night and Day”, de Cole Porter. Durante una interrupción del suministro eléctrico, oportunamente pone la música el piano de la casa. La fotografía, de Carlo Di Palma (“Días de radio”, “Alice”), en color y panavisión, hace uso de un cromatismo de luces doradas y anaranjadas, que trasmiten sentimientos de relajación y calidez. A ellos contrapone los sentimientos deprimentes y desoladores que crea la acción dramática. Abundan las tomas desde cierta distancia y los movimientos suaves de cámara, destinados a reducir el número de insertos de primeros planos que fragmentan e interrumpen el discurso visual. La obra es magnífica.
Las reacciones sucesivas de los personajes revelan las frustraciones de los mismos, su mediocridad y limitaciones. Con la ayuda de una gestualidad que nunca pierde la compostura, una soberbia puesta en escena y el acompañamiento de una adecuada y brillante banda sonora, se crea una atmósfera de desolación, tristeza y frustración que poco a poco hiela el ambiente de la casa y atormenta el espíritu de los personajes.
La obra refleja influencias del teatro de Chejov, en especial por lo que respecta a sus propuestas sobre la infelicidad y la tristeza inevitables en la vida humana. Refleja influencias de Bergman por lo que respecta a la descripción de la incomunicación y la apelación a la resignación luterana. Conserva las características propias del cine de W. Allen por lo que respecta a la pulsación de los conflictos sentimentales e ideológicos y al enfrentamiento de dualidades contrapuestas, que en este caso se dan relacionadas en forma de cadena que afecta a todos por pares (madre e hija, hija y amiga, etc.). Por lo demás, no faltan las referencias habituales al psicoanálisis, la música de jazz y sus autores e intérpretes, al buen cine (Kurosawa), a la música culta (Prokofiev), etc. Como corresponde a los gustos del realizador, no faltan ni la lluvia, ni el protagonismo de las mujeres, ni los personajes cultos y refinados. Destacan la magnífica austeridad con la que trabaja el realizador, la sencillez de los recursos que maneja y su admirable economía de medios. Se añaden unas interpretaciones convincentes, en especial la de Mia Farrow, que demuestra ser una actriz de talento.
La banda sonora reúne una selección de de temas nuevos y viejos o repetidos en la filmografía del realizador. Entre los temas ya conocidos cabe mencionar “What’ll I Do”, de Irving Berlin; “My Ideal”, de Art Tatum y Ben Webster; “Out of Nowhere” y, sobre todo, “Night and Day”, de Cole Porter. Durante una interrupción del suministro eléctrico, oportunamente pone la música el piano de la casa. La fotografía, de Carlo Di Palma (“Días de radio”, “Alice”), en color y panavisión, hace uso de un cromatismo de luces doradas y anaranjadas, que trasmiten sentimientos de relajación y calidez. A ellos contrapone los sentimientos deprimentes y desoladores que crea la acción dramática. Abundan las tomas desde cierta distancia y los movimientos suaves de cámara, destinados a reducir el número de insertos de primeros planos que fragmentan e interrumpen el discurso visual. La obra es magnífica.