Película rodada en Méjico. Los productores tratando de montar la película a su antojo, la destrozaron. Pero Samuel Fuller hace lo que puede e incluso es partícipe del guion.

En este caso Burt Reynolds es Caine, un traficante de armas en el Sudán; un tipo cínico y vigoroso como es él. Lo primero que llama la atención es la relación de cariño entre Caine y un niño que duerme en la calle. Hay que tener en cuenta que por dos veces hacen referencia a Ali Babá y los 40 ladrones y es posible que la película simule ser una especie de cuento. Los demás personajes tienen una carga emocional que los eleva por encima de meros personajes involucrados en la acción. Arthur Kennedy es un médico borracho y Barry Sullivan poseedor de un secreto. Ambos son viejos conocidos de las películas de antes del Oeste y del cine Negro.

Los dos bofetones que se lleva la rubia por parte de Burt Reinolds son épicos. Samuel Fuller fue un director que goza de prestigio en su trabajo. Creo que el escribir pequeñas producciones le hizo interesarse especialmente por el fondo de sus personajes, eso hace que sean diferentes y tengan su intríngulis.

La trama termina interesando al espectador ya del todo con su curioso perfil visual característico de películas de esa época, con un ambiente decadente pero a la vez atractivo que subraya el aislamiento social de los personajes. La cutrez es la apariencia pero no lo es todo. Personalmente creo que esta película tiene su valor en la extrañeza que causa.