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Voto de Antonio Morales:
8
Drama. Aventuras Adaptación de una novela del escritor inglés E. M. Forster. India colonial, años 20. Adela, una joven inglesa, viaja a la India, en compañía de su futura suegra, para contraer matrimonio con un magistrado de Chandrapore. La joven está obsesionada por conocer a fondo la realidad del país y encuentra la oportunidad de satisfacer su deseo gracias al doctor Aziv, un médico hindú. Sin embargo, cuando éste organiza una excursión para ... [+]
12 de julio de 2014
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sabido es que el tiempo, medida de todas las cosas, altera a menudo el sentido de los hechos. Hay imágenes, figuras y personajes del pasado que, con los años pierden toda vigencia y, como máximo, permanecen como curiosos fósiles de la cultura, con frecuencia maltratados por el presente. Otros, en cambio, ganan en poder revulsivo y son relanzados gracias, precisamente, al descubrimiento de aquellos escondidos valores tardíamente advertidos y que han adquirido relevancia con el correr del tiempo. Puede que para algunos, David Lean haya saltado del primero al segundo de estos grupos en muy breve plazo. Tras realizar la “La hija de Ryan” (estupenda e incomprendida), Lean fue desahuciado y conceptuado como una reliquia en la Historia del Cine, de glorioso pasado, discutible presente e imposible futuro. Tuvieron que transcurrir 14 años, pero he aquí, sin embargo, que la aparición de “Pasaje a la India”, vuelve a replantear seriamente una cuestión zanjada. Porque el film no supuso sólo el retorno de Lean al cine sino también el reencuentro con lo que él significa, el reencuentro con su estilo que se yergue como un vestigio “histórico” de una manera de hacer y entender el cine pero que, no obstante, tiene aún mucho que enseñar.

Basada en el libro de E. M. Foster “Un viaje a la India”, la película se convertiría en el testamento de Lean, una reflexión sobre la irreconciliable naturaleza de la relación del imperialismo en su intento de congeniar con el tercer mundo. Un convincente retrato de un contexto social, histórico y político muy concreto (la India colonial de principios del siglo XX), una lúcida y sutil confrontación entre Oriente y Occidente, entre la razón y el espíritu, la cerebralidad y el misterio, entre dos formas distintas, en suma, de entender la existencia. Lean narra de forma brillante el viaje de la señora Moore (Peggy Ashcroft) una agradable anciana y su presunta nuera Adela Quested (Judy Davis) una mujer insegura, hacia la India para que ésta pueda prometerse definitivamente a Ronnie (Nigel Havers) hijo de la anciana.

El gusto de David Lean por el paisaje, que contribuye decisivamente a describir el relato. La espléndida fotografía de Ernest Day, segundo operador de anteriores películas del cineasta, recrea esa luz y ambiente mágico del paisaje hindú. Presidido por el misterio y la irracionalidad exótica de una cultura espiritual diferente, que terminará por descubrir la verdadera personalidad de los protagonistas. Los cambios experimentados por las dos mujeres son bien significativos porque repercutirán para siempre en sus vidas. El personaje del doctor hindú Aziz (Victor Banerjee) juega también un papel importante en el film como símbolo del carácter oriental, sin olvidar a Alec Guinness (el brahmán indio) y James Fox (Fielding, amigo del doctor).

El último film de Lean es una obra extraordinaria, jalonado por la auto-exigencia, el ansia de perfección, la atención por el detalle y por cada plano y encuadre, que, no obstante, parece no gozar de las preferencias de los exégetas del director por su condición de película relativamente modesta comparada con otras obras más fastuosas, debido seguramente a la imagen tópica que existe sobre el cineasta por sus grandes superproducciones que todos conocemos. A estas alturas, debería estar claro que en el cine de Lean predominan los aspectos intimistas y psicológicos sobre los meramente espectaculares.
Antonio Morales
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