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Voto de Antonio Morales:
10
Drama A finales del siglo XV, en París conviven un pueblo ignorante, un rey comprensivo, un malvado juez y una organización de mendigos que servirán de comparsas a dos personajes marginados: la gitana Esmeralda y Quasimodo, el jorobado campanero de Notre Dame. (FILMAFFINITY)
21 de agosto de 2015
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Director de excelentes biografías sobre Louis Pasteur, Benito Juárez o Émile Zola, el alemán William Dieterle dirige con pulso maestro esta grandiosa adaptación de la conmovedora novela de Victor Hugo, que incluye un homenaje a París a través de su arquitectura, su catedral Notre Dame majestuosa como una gran madre que acoge a sus hijos. Una superproducción para la RKO, cuyo interés no radica sólo en su opulencia visual, por otra parte nada despreciable, sino en el tratamiento de las circunstancias culturales y políticas en las que se desarrolla la historia inmortal creada por Víctor Hugo. El odio racial al extranjero (en este caso, los gitanos), el oscurantismo religioso, la intolerancia, las consecuencias del invento de la imprenta (tan temida por quienes veían en ella una forma de acceder al conocimiento por parte de la población y, por lo tanto, algo demasiado peligroso), las difíciles relaciones entre el despotismo de la Iglesia, el Estado y el pueblo en el París del siglo XVI, bajo el reinado de Luis XI.

Las tensiones de una sociedad entre lo viejo y lo que está por llegar, Dieterle convierte esta hermosa película en un canto a la modernidad y al progreso, contrapuesto al inmovilismo y a toda clase de prejuicios. Ambas opciones están representadas en el film por Gringoire (Edmond O´Brien) el poeta convencido del poder de las palabras, creando una opinión pública incipiente que haga posible y modifique la forma de pensar y gobernar sin necesidad de recurrir a la violencia, único modo en el que cree Clopin (Thomas Mitchel), rey de los mendigos; y Frollo (Cedric Hardwicke), el repulsivo y abyecto hermano del arzobispo que puesto que Esmeralda(una arrebatadora Maureen O´Hara) despierta en él sentimientos impúdicos que condena como juez, no vacila en condenar a la gitana inocente de un crimen, porque ella le ha rechazado.

Mención especial merece el personaje del jorobado Quasimodo (casi con forma… humana, un genial Charles Laughton), un patético ser de gestos simiescos, que recibe las burlas y el desprecio que no merece por ser diferente, su mirada serena tras su rostro deforme infunde compasión, su sordera debido al sonido de las campanas, escondido tras los muros y por lúgubres pasadizos, que caerá seducido ante la bondad de la gitana que se apiada(como María Magdalena lo hace con Jesús en su calvario) dándole agua tras ser azotado como una bestia, será coronado y puesto en la picota como el rey de los locos, un nombramiento bufonesco víctima de mofa y escarnio por el ignorante populacho. Muestra de una diabólica conjura de las masas abigarradas, manipuladas y carnavalescas.

Un film romántico y gótico que subyuga por su riqueza en matices y acerados diálogos, su discurso siempre refrendado por una impecable ambientación y la fuerza de sus imágenes, esa fotografía expresionista, sus dibujos geométricos, rostros entre la luz y las tinieblas, que evoca pinturas de Brueghel y Rembrandt, esos picados desde el campanario que incluye el movimiento de las masas a las puertas del templo, eje vertebrador de la trama. Una incontestable obra maestra imperecedera de 1939, año de una cosecha fílmica generosa para cualquier cinéfilo y que no fue reconocida seguramente por la cuantiosa cantidad de cintas inmortales.
Antonio Morales
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