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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Francia, siglo XVIII. La perversa y fascinante marquesa de Merteuil (Glenn Close) planea vengarse de su último amante con la ayuda de su viejo amigo el Vizconde de Valmont (John Malkovich), un seductor tan amoral y depravado como ella. Una virtuosa mujer casada, Madame de Tourvel (Michelle Pfeiffer), de la que Valmont se enamora, se verá involucrada en las insidiosas maquinaciones de la marquesa. (FILMAFFINITY)
12 de enero de 2014
21 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
“En el amor no hay nada tan difícil como escribir lo que no se siente”, declaraba el autor francés Choderlos Laclos en “Las amistades peligrosas” (1782), obra cumbre de la literatura erótica y psicológica. No obstante en esta novela epistolar considerada satánica por Baudelaire, y por Proust, “el más perverso de los libros”, la carta es arma de seducción, la palabra retórica persuasiva, la letra instrumento al servicio de la mentira. Stephen Frears, convencido de que “los buenos sentimientos suelen dar malas películas”, decidió realizar esta película ambientada en la inmoral y decadente sociedad del siglo XVIII, con una carga crítica no menos feroz, e idénticos propósitos de profundizar en los complejos entresijos de las relaciones amorosas y las conspiraciones de alcoba.

Basada en una exitosa obra teatral de Christopher Hampton, completada con detalles argumentales de la novela original, posee un reparto de lujo: Glenn Close, resulta una magnífica Madame de Merteuil, una mujer inteligente, manipuladora y abyecta; John Malkovic, Vizconde de Valmont, un libertino dispuesto a corromper la inocencia de sus conquistas, víctima de sus propias trampas; y la naturalidad y belleza de Michelle Pfeiffer, Madame de Tourvel, su luminosa mirada revelan la fascinación de la pureza y la capacidad redentora de la pasión. Ambientada en castillos y otros parajes históricos de Francia, los interiores se envuelven de una luz tenue que tamiza los suntuosos palacios de la pátina de un cuadro de época, contribuyendo a recrear una atmósfera de voluptuosa caducidad, guarida de aristócratas venenosos conspirando en sigilo, ansiosos de vengar las exquisitas ofensas de una sociedad falsa y decrépita en la que perduran gracias a su malicia e ingenio.

La Marquesa de Merteuil y el Vizconde de Valmont se cruzan una apuesta, el arma del vizconde es la seducción y el de la marquesa la hipocresía, con alguna historia anterior entre sí, que aprovechan el ocio y el vacio que les impone el ejercicio de sus privilegios de clase para desarrollar juegos de poder sexual: ella se acostará con él, como premio, si él seduce a la joven Cëcile de Volanges (Uma Thurman, todo candor), recién salida del convento a la que un pretendiente de la marquesa anda persiguiendo (se trata de una venganza: la marquesa arrebataría por medio del vizconde la codiciada virginidad a ese viejo amante que ahora pretende cambiarla por carne más joven). El seductor vizconde alega que Cécile le parece presa demasiado fácil para su “ganado prestigio” (como así se demuestra) y prefiere añadir la seducción de la bien casada y virtuosa Madame de Tourvel. Asistimos entonces a dos procesos de seducción de signo muy distinto: la inocencia a vencer de una adolescente, llena de curiosidad por el sexo; y la pureza, no del himen sino de los sentimientos, de una mujer adulta cuya pasión es difícil de despertar pero mucho más de extinguir.

Frears consigue uno obra colosal, redonda, perfecta, filmada con la urgencia de lo presente, describiendo a los personajes de forma realista y descarnada, desterrando el acartonamiento de otras recreaciones históricas, el cineasta ha sabido privilegiar primeros planos sobre decorados (fastuosos, por otra parte), rostros y diálogos sobre paseos y panorámicas. El prolijo vestuario y las sobredeterminadas actitudes de los personajes no impiden que los actores utilicen más de un gesto que no parece de la época. Frears propone una planificación dinámica e intensa que concilia la continuidad del primer plano con la movilidad de la cámara. Otro gran acierto es el tratamiento de la banda de sonido que convierte el film en un genuino melodrama. Rostros, susurros, música, sexo y tráfico de sentimientos son los elementos que hacen de “Las amistades peligrosas” una obra de cámara sensual y perversa.

Continúa en Spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
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