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Voto de Antonio Morales:
8
Bélico. Drama Año 1945; los japoneses están a punto de firmar la paz en Birmania. Un soldado, admirado por sus compañeros porque toca el arpa, es nombrado mediador japonés. (FILMAFFINITY)
30 de abril de 2016
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lúcido alegato antibelicista impregnado de humanidad y lirismo poético, donde la melodía musical que desprende el instrumento que da título al film, goza de un protagonismo especial por su ternura y sensibilidad que, muestra un sacrificio altruista desde la amistad y la solidaridad. Un cuento para adultos que nos recrea la aberración que supone los conflictos bélicos, y demuestra la profunda espiritualidad del pueblo birmano, azotado a lo largo de la historia por la pobreza y la inestabilidad política. “El arpa birmana” es una adaptación de una novela de Michio Takeyama, considerada una de las obras maestras de la literatura japonesa, con guión de Natto Wada, esposa del propio director, Kon Ichikawa, cineasta cuyas películas más interesantes y carismáticas fueron las realizadas durante la década de los cincuenta y mediados de los sesenta, a partir de los brillantes guiones de su esposa.

Birmania fue una colonia británica desde 1886, que fue ocupada por los japoneses durante la 2ª Guerra Mundial, hasta que en 1945 los ingleses restauraron tras una encarnizada lucha su protectorado, obteniendo su independencia en 1948. Este conmovedor film habla de un pelotón de soldados nipones, de sus diversas reacciones al saber que habían perdido aquella maldita guerra y tomar conciencia de su dimensión devastadora. A los soldados muertos en la guerra no se les daba sepultura en la tierra roja de Birmania. Horrorizado por los compañeros muertos que el soldado Mazushima encuentra a su paso, tras haber intentado convencerlos en vano de que habían perdido la guerra y la inutilidad de seguir luchando en lugar de rendirse, llega a Mudon deseando reunirse con su pelotón.

Su arpa birmana siempre le acompañaba para advertir con su melodía a sus compañeros si había peligro o el horizonte estaba despejado. Estimado profundamente por sus compatriotas, generoso y abnegado nos dará a todos a una lección moral. Los acordes del sonido en el arpa de Mazushima siempre nos acompañará como una melodía que homenajea a los que no pudieron volver a casa. La película presenta lo mejor de la filosofía budista arraigada en aquellas tierras, en su paisaje de junglas frondosas, desiertos blancos y montañas escarpadas.

La aureola mítica que alcanzó el film, propició que el mismo cineasta realizara años más tarde y en color un remake del mismo film, que no he tenido ocasión de ver, por lo que no puedo opinar. Lo que es indiscutible, es que estamos ante una obra muy notable dentro del cine bélico. Ichikawa fue un director versátil, prolífico y experimental, comenzó su carrera en el cine diseñando cine de animación, que abandonaría influido por el cine Lubistch y Capra, jamás alcanzó el prestigio de Mizoguchi, Ozu o Kurosawa, pero consiguió con este film darse a conocer en Occidente, ganando el “León de Oro” en el Festival de Venecia y siendo candidato al Oscar a la película extranjera que aquel año ganaría “La Strada”, obra deliciosa de Fellini.
Antonio Morales
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