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Voto de Antonio Morales:
8
Intriga. Cine negro Un delincuente de Nueva York, Nick Bianco (Victor Mature) es herido y arrestado durante el asalto a una joyería. Tras ser condenado, el fiscal Louis D'Angelo (Brian Donlevy) le ofrece conseguirle la libertad condicional, si le entrega los nombres de sus compinches. Bianco se debate entre la lealtad que debe a sus compañeros de fechorías y el deber que tiene para con su esposa y dos hijas... pero deberá tomar una decisión. (FILMAFFINITY)
4 de julio de 2013
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película de Hathaway se inscribe, aparentemente, dentro del aliento realista mostrado por el cineasta en films anteriores como “La casa de la calle 92” o “13 Rue de Madelaine”, donde combinaba material de archivo y ficción con notable habilidad. Pese a que un rótulo inicial nos advierte de la filmación en lugares reales, algunos tan reconocibles como el Chrysler Building, la penitenciaría de Sing Sing o la corte de justicia de Nueva York, su desarrollo posterior viene a contradecir el carácter testimonial de la misma, y el argumento no deja de ser una enésima revisitación del tema del delator, del hombre obligado a colaborar con la justicia para salvar a su familia, tras ser traicionado por sus compinches.

El fiscal del distrito (perfecto Brian Danlevy) termina por convencerle “Tú no eres como ellos”, Nick Bianco (estupendo Victor Mature) busca la reinserción tras salir de la trena por el fracaso en el asalto a una joyería, siendo herido y atrapado por la policía. Tras delatar a sus colegas y volver con sus hijas y Nettie, la chica que las cuida tras el suicidio de su esposa, la policía le reclama para que testifique contra Tom Udo, un sádico asesino (excelente Richard Widmark), pero tras declarar, la justica lo pone en libertad por falta de pruebas. El espectador se identifica con Nick, ahora se siente amenazado, la película gana enteros, Udo (Widmark) domina la pantalla y muestra una sádica patología criminal, no exenta de una especie de risa interior que da un componente repulsivo a su registro, es difícil olvidar la escena de la anciana en silla de ruedas.

Apoyado en una ferrea dirección de actores y con un montaje fragmentado, nunca rodó en su carrera un solo plano-master, “El beso de la muerte”es un ejemplo de cómo generar una tensión interna dentro del encuadre mediante la utilización del plano-contraplano. Aunque paralelamente también aprovecha las ventajas técnicas introducidas por el empleo de la cámara en mano, que permitían dar testimonio de una realidad difícil de reproducir en estudio. Se rodaron dos “remakes” de “El beso de la muerte”, el primero a cargo de Gordon Douglas, “The fiend Who Walked the West” (1958), un western que no conozco y el segundo, la versión moderna de Barbet Schroeder, “El sabor de la muerte” (Kiss of death, 1995), que deja clara la distancia entre el narrador clásico, preocupado por la lógica evolución de los personajes de acuerdo a los acontecimientos, y el director atado a una explícita carpintería visual del cine actual.
Antonio Morales
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