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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Esta película no tiene argumento. Es más bien un aguafuerte o, quizá, uno de aquellos retratos al minuto que hacían los pintores sin talento en las calles de Madrid en torno a 1950. La capital era entonces más que nunca el rompeolas de España. Un rompeolas gris, de cartillas de racionamiento, tierno y cruel a la vez, pobre hasta en sus alegrías, convaleciente (siempre con décimas al atardecer), pero también pícaro, festivo y ... [+]
6 de febrero de 2014
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los que lo vivieron entonces reconocerán lo que muestra este film. Los más jóvenes harían bien en ver esta película de José Luis Garci que muestra una España de principios de los cincuenta, que ni pueden imaginar, y preguntar luego a sus padres, tíos y abuelos. Algo aprenderían sobre la larga postguerra, que Garci retrata con asombrosa precisión y amplitud pese a centrarse en dos días del mes de Diciembre de un año que no ha querido fijar, porque vale para varios, justo antes de que terminase su fase más dura, los años de represión y escasez. No hay en “Tiovivo” momias de guardarropía, ni historia acartonada, ni asomo de personajes del museo de cera.

Pese al empeño de algunos por presentarle como un tradicionalista, un “reaccionario” paladín del clasicismo, lo cierto es que Garci es uno de los pocos directores de España que se permiten hacer películas de más de dos horas sin aburrir. Esta es la cima de una trayectoria insobornable, siempre leal a sus obsesiones y configuradora de un universo distintivo, intransferible y único. A la media hora de narración ya sentía ese hormigueo tan característico que a uno lo invade en presencia del verdadero arte. Lo que Garci nos ofrece no es una serie de viñetas, de episodios, ni de “discursos” políticamente correctos, sino una visión transversal de la vida de una sociedad herida que va despertando del letargo y que trata de volver a imaginar que la felicidad es posible.

“Tiovivo” es una película coral, un fresco colectivo del Madrid de aquella época por el que desfila, con protagonismo compartido, un elenco nutridísimo de actores que dan lo mejor de sí. La pantalla se convierte en un caleidoscopio de vidas que entrelazan secretamente sus destinos, vidas funámbulas sobre el alambre de la supervivencia, vidas maltrechas o convalecientes, vidas que exprimen la maltrecha felicidad de cada día o toman aire para no perecer asfixiadas. Garci mira a sus personajes con una piedad galdosiana, se compadece de sus vilezas y mezquindades y celebra – sin grandilocuencias – su capacidad para sobreponerse al dolor y endulzar sus penas con un mendrugo de buena voluntad.

Que nadie crea que el cineasta ofrece una mirada complaciente sobre aquellos años difíciles: las llagas nunca cicatrizadas de la Guerra Civil, la represión policial, la sombra de los fusilados y los sometidos están muy presentes en el film, pero entre los escombros de la desdicha florecen, remansos de comicidad, ráfagas de bendito optimismo. Garci revisa nuestro pasado sin rencor ni saña, pero también sin edulcoramiento; y, en su comprensión de la idiosincrasia española, alcanza territorios de osadía inéditos en su cine y ramalazos de surrealismo que no hubiese desdeñado Luis Buñuel se funden con rasgos más personales y recurrentes, hasta completar una película bulliciosa de vida, poblada de alegrías y sin sabores, redimida en cada fotograma por un destello de caridad. Por eso Garci se toma su tiempo, para hacerles a todos un sitio y no excluir a nadie.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Antonio Morales
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