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Voto de Antonio Morales:
9
Western. Drama A Wyatt Earp (Henry Fonda), antiguo sheriff de Dodge City, le ofrecen el puesto de comisario de la ciudad de Tombstone, pero lo rechaza porque le interesa más el negocio ganadero al que se dedica con sus hermanos. Sin embargo, cuando uno de ellos muere asesinado, acepta el puesto vacante y nombra ayudantes a sus hermanos. Contará también con la amistad y la colaboración de un jugador y pistolero llamado Doc Holliday (Victor Mature). (FILMAFFINITY)  [+]
20 de agosto de 2013
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Intentar demostrar a estas alturas que John Ford fue un cineasta reflexivo, y que invitaba a la reflexión, podría parecer una ocurrencia ingeniosa por parte de quien escribe, incluso en una película que se presta tan poco a ser descompuesta pieza a pieza ante una mirada crítica como “Pasión de los fuertes”, después de haberse comentado tantas y tantas cosas que muchos estiman que ya está todo dicho. Sin embargo, y a pesar de ello, me gustaría añadir algo sobre el tema. El arma fundamental de Ford para elaborar sus trabajos ha sido la planificación, entendido como el tipo de plano elegido, su duración, y su colocación en el tiempo, añadiendo aquí necesariamente la soberbia iluminación de Joe MacDonald.

Pero hay más, no transcurre una sola secuencia sin que Ford no nos haya dado nuevas muestras de ese trabajo reflexivo, o de la riqueza de la puesta en escena o de la profunda comprensión de los personajes que no puedo detallar por motivos de espacio. Ford siempre ha rehuido dar pistas sobre su obra en las entrevistas que le hacían, cosa comprensible puesto que sería descorazonador y frustrante para un creador tener que explicar su obra. En esta película no hay ni un solo plano subjetivo. Ford no nos obliga a estar con nadie, por más que se haya querido ver lo contrario, su honestidad al mostrar las diferentes verdades contrapuestas, sin manipularlas, ha sido tachada de reaccionarismo. Muestra las cosas desde su propio universo, sin subordinarse a verosimilitudes históricas ni cotidianas: somos nosotros, los espectadores los que hacemos los juicios, y por eso su obra ha sido defendida o atacada desde los más opuestos intereses.

“Pasión de los fuertes es un film extraño en su simplicidad. Todo en él parece deslavazado, sin un hilo conductor, pues da la sensación de ser una letanía de trozos segmentándose y volviendo unos sobre otros a lo largo del metraje, de ahí el carácter desdibujado de algunos personajes, exceptuando los principales, por ejemplo: Virgil y Morgan Earp, sin ir más lejos, apenas tienen peso narrativo, no así dramático, pues lo cierto es que Ford consigue con una mera escena decir más sobre uno o varios personajes que muchos cineastas en un film.

El cine de Ford es uno de los más emotivos y excitantes, y este film es uno de los paradigmas más afortunados. De principio a fin, está lleno de imágenes con un encanto que es muy difícil resistirse. Penetra tan directa tan hondamente, olvidando muchas de las ataduras que reprimen a toda creación que haya de significar algo (de ahí sus muchos fallos de racord, algunos aparatosos muy presentes en su cine). Vertiginosamente dirigida al sentimiento, pues los hechos que en ella ocurren con su poder evocador pasan a formar parte de las vivencias personales, es imposible olvidar que un día, agazapados en un porche , vimos pasar a Clementine y Wyatt hacia el baile sin ni siquiera mirar a su amada del brazo con su caminar majestuoso.

Evocación de un mundo que muchos añoramos, de caminos polvorientos recorridos por diligencias presurosas, ilustradas señoritas que descienden de ellas con risueño aspecto en peregrinaje por causas y tierras perdidas, doctores alcohólicos que son más rápidos con el revólver que con el bisturí, y sus vidas se debaten entre tabernas, salones de juego y chicas que cantan la canción de la vieja mula ciega, tras haber enterrado su pasado en destrozados libros guardados en una maleta bajo la cama y diplomas que cuelgan en la sucia pared de un cuartucho, de actores que tienen sus venas cargadas de Shakespeare y de whisky, de duelos entre sheriff y cuatreros que además de llevarse a cabo en un corral, éste se llama O. K. Wyatt Earp pacificador de Wichita y Dodge City se gana nuestro aprecio por su envidiable serenidad, sus apuros ante el acoso femenino de Clementine y su ingenuidad sentimental. No me gustaría olvidarme de Walter Brennan como el malvado patriarca de los Clanton, inolvidable. Incluso Victor Mature está muy bien como Doc Holliday.
Antonio Morales
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