Estamos ante uno de los mejores westerns de John Sturges, cineasta poco valorado en general pero que tiene obras importantes que repasando su filmografía acreditan su calidad. Una historia de violencia, de racismo, de cobardía con claro trasfondo realista y de amistad en tela de juicio entre dos viejos amigos. Una clásica película del oeste que trasciende las fronteras del género al plantear una profunda reflexión humana sobre la educación y la tolerancia inconsciente con las tropelías de nuestros hijos. Una vez más la vida te muestra las consecuencias de nuestra indulgencia y sus consecuencias, y es que un hijo es como un árbol joven que se ha de cuidar que crezca derecho, porque al final cada uno recoge lo que siembra.

Craig Belden (un magistral Anthony Quinn) es un poderoso ranchero, el cacique del lugar, el hombre más influyente, él controla la ley, es el amo de personas, negocios y tierras locales de Gun Hill que tiene un hijo díscolo, es su ojo derecho y su único vástago, al que siempre ha disculpado sus fechorías. Pero en esta ocasión su diversión ha ido muy lejos y ha topado con el sheriff Matt Morgan, (un excelente Kirk Douglas), un hombre de principios, que no busca venganza sino hacer que se cumpla la ley, que llega a la hacienda de su viejo amigo, siguiendo una pista concluyente, la silla de montar perteneciente a su amigo Craig, que precisamente en una ocasión salvó la vida de Matt.

La película goza de una tensión creciente que el director administra con maestría, una vez más un hombre solo enfrentándose a los poderes fácticos, rodeado de enemigos en la difícil encrucijada que deben dilucidar sus protagonistas. Matt pretende llevarse detenido al presunto asesino y violador de su esposa india, y unos cuantos hombres tratarán de impedírselo mientras espera el último tren de Gun Hill. Un western urbano que transcurre en la ciudad que da nombre al film, una atmósfera opresiva que invoca la tragedia, que el cineasta conduce con admirable sencillez y gran sentido del ritmo.

La inmensa llanura que rodea el rancho de Craig no hace sino acrecentar la soledad del cacique ante su responsabilidad como padre viudo. En esta historia domina la fatalidad del destino, Sturges enfrenta a dos viejos amigos y dos formas de entender el mundo en una lucha de nervios que se apoya en el implacable paso del tiempo: en las miradas y actitudes de los dos personajes centrales, cada uno de ellos lo afronta con la determinación de sus principios, uno cumplir con la ley y el otro salvar a su hijo. A la vez que ambos sufren el dolor de la amistad perdida, el adiós al pasado que les unió. Un film admirable y recomendable porque trasciende sobradamente el género del western.