Cansado de realizar tanto melodrama el cineasta Richard Brooks se interesó por adaptar una novela, “A mule for the Marquesa” de Frank O´Rourke. Un excelente western impregnado de un cinismo un tanto nihilista en la primera mitad del film para adentrarnos en un bello lirismo en la segunda mitad. En un Oeste cambiante que tras la Gran Guerra en Europa nunca volverá a ser el mismo, cuatro mercenarios desencantados aceptan el encargo de un terrateniente de rescatar a una mujer que ha sido raptada por un revolucionario mexicano. La misión se convertirá en un viaje iniciático de ida y vuelta que dará un nuevo rumbo a sus vidas, llegándose a cuestionar lo que acaban de hacer.

Un western árido en el marco de la revolución mexicana con unas localizaciones magníficas que ayudan mostrar las dificultades de la misión. De algún modo, “Los profesionales”, gracias a su esquema de doble itinerario, presenta una aventura como oficio de asalariados, que progresivamente se irá transformando en un ejercicio de redención, pues hay cosas que no puede comprarse con dinero. El argumento recuerda a otros films de incursiones en suelo mexicano por encargo, como la anterior “Veracruz” o la posterior “Grupo salvaje”. Lejos de plantearse los antagonismos propios de la mayoría de westerns de itinerario, en los que los miembros de un mismo grupo se enfrentan hasta disolver su unión, en el film de Brooks se sigue un modelo más cercano a Howard Hawks, parcelando las funciones de cada uno, mostrando los cuatro un respeto mutuo e íntegro.

Destacar la excelente fotografía de Conrad Hall en panavisión. Qué duda cabe, que con el excelente plantel de actores, todos los personajes quedan muy bien descritos, a través de ese viaje y de los acontecimientos que se derivan, pero en mi opinión, los escenarios describen la épica, como el desfiladero del paso del coyote, recrean un singular enfrentamiento con unos diálogos entre Raza (Jack Palance) y Dolworth (Burt Lancaster) emboscados entre las rocas, discutiendo sobre la vida y la muerte, con resonancias filosóficas: “La revolución no es una diosa sino una mujerzuela, nunca ha sido pura ni virtuosa, tampoco perfecta”, Jesús Raza, lugarteniente de Pancho Villa.