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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Principios del siglo XX. David Aaronson, un pobre chaval judío, conoce en los suburbios de Manhattan a Max, otro joven de origen hebreo dispuesto a llegar lejos por cualquier método. Entre ellos nace una gran amistad y, con otros colegas, forman una banda que prospera rápidamente, llegando a convertirse, en los tiempos de la Ley Seca (1920-1933), en unos importantes mafiosos. (FILMAFFINITY)
13 de junio de 2013
9 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sergio Leone se sentía fascinado por los Estados Unidos desde niño, realizar esta película le llevó 13 años de su vida luchando contra las adversidades. Adaptó para la pantalla el libro: “The Hoods” de Harry Grey, novela autobiográfica (una especie de diario con anotaciones) de la vida de un pequeño gangster. Superada la etapa del spaguetti-western, Leone, que era consciente que el cine estaba cambiando radicalmente y para siempre, pretendía crear una obra de cine clásico, que mostrara el arte, que su generación había amado, en toda su pureza. Sin embargo, no es menos cierto que él mismo consideraba que su cine constituía a su vez una especie de transición entre el clásico y el más moderno. Lo que nunca se imaginó fue que “Erase una vez en América”, además de ser el testamento definitivo de una forma de hacer cine, también sería, por una maldita carambola del destino, su propio testamento, pues falleció de un infarto en 1989.

El film está construido en flashback, con saltos temporales que se sitúan en 1923 (la adolescencia), en 1932 (la juventud) y en 1968 (la vejez, que no existe en el libro). Fue masacrada por los productores americanos con una versión de 135 minutos, la versión del DVD es de 220 minutos (la que yo he visto), cuando la original versión del director era de 6 horas, que pretendía montar en dos películas de 3 horas. La película ha ido ganando prestigio con el tiempo, gracias a su impecable factura, el acierto de sus protagonistas, Noodles, un extraordinario Robert de Niro, Max, un estupendo James Woods, así como el resto de secundarios. La ambientación es asombrosa, recreando la atmósfera de aquellos años de la ley seca, con una fotografía fascinante inspirada para la luz en pinturas de Edward Hooper y Norman Rockwell. Y qué se puede añadir a la legendaria música compuesta por el habitual Ennio Moricone, bajo el leit-motiv que invade la historia de emotividad y melancolía, incluyendo esa versión de Amapola y Yesterday.

Más que una película de acción, es una historia de reflexión sobre la vida de unos amigos desde la infancia. Noodles es un gregario sin saberlo, un soñador desencantado que atraviesa experiencias fundamentales como el sexo, el amor, la amistad, la aventura, buscando una respuesta a la pregunta habitual: “¿Quién soy?”, de las historias de aprendizaje. La atracción por el sueño americano de belleza-felicidad-energía vital que se le presenta bajo los rasgos de Deborah, una maravillosa Elizabeth MacGovern, la aspirante a bailarina, el amor de su vida, aunque ella sea demasiado ambiciosa para contentarse con un gangster. La aventura criminal es presentada como una experiencia, donde la violencia linda con la lujuria, el terror con lo burlesco y la omnipotencia con la impotencia. “Erase una vez en América” parece reunir toda la memoria del cine, en una prueba extrema de su fuerza, pues difícilmente podremos ver tantas mitologías juntas, pero nunca con más emoción.
Antonio Morales
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