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Voto de Antonio Morales:
9
Drama Alvin Straight (Richard Farnsworth) es un achacoso anciano que vive en Iowa con una hija discapacitada (Sissy Spacek). Además de sufrir un enfisema y pérdida de visión, tiene graves problemas de cadera que casi le impiden permanecer de pie. Cuando recibe la noticia de que su hermano Lyle (Stanton), con el que está enemistado desde hace diez años, ha sufrido un infarto, a pesar de su precario estado de salud, decide ir a verlo a ... [+]
13 de marzo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo el transparente relato lineal y bajo la historia de nítida naturaleza realista que sostienen “Una historia verdadera” palpitan, agazapadas, algunas de las señas de identidad más reconocibles de un cineasta tan aficionado a las turbulencias narrativas y que siente tanto apego por el universo fantástico como David Lynch. La capacidad para hacer casi visible lo “extraño” bajo la fisonomía de lo cotidiano y para seguir el aliento de una inquietud bajo el latir de la normalidad. Como lo es un raro pálpito subyacente que alimenta y enriquece su discurrir. Podemos respirar tranquilos, Lynch sigue siendo Lynch, para aquellos que aman las penetrantes indagaciones en el subsuelo de la realidad, o para los que admiramos las inquietantes incursiones en el lado oscuro de la existencia.

Esta película marca una nueva etapa en el afán de exploración por parte de Lynch del paisaje americano, esta vez en una vertiente fuertemente rural, ya que la acción de esta peculiar “road movie” se sitúa en algún lugar entre Iowa y Wisconsin. Sin embargo, así como “Corazón salvaje” era vertiginosa, pasional y agitada con el ritmo del “Rock & Roll”, “Una historia verdadera” es voluntariamente pausada, contemplativa, “country”. El ritmo del film casa con el de su protagonista, Alvin Straight, un achacoso anciano que desprende la sabiduría de los años, y el de su viaje iniciático en cortacésped por carreteras interminables. La película está inspirada en un hecho real que relata el viaje de un hombre para reconciliarse con su hermano que acaba de sufrir un ataque al corazón.

El viaje de Alvin (Richard Farnsworth) está sembrado de encuentros y experiencias que permiten que la palabra y la memoria se liberen, a menudo al amparo de un fuego, bajo un cielo estrellado por techo, sus recuerdos se hacen dolorosamente presentes, discretamente interrumpidos por lágrimas. La historia es sencilla y a menudo se reduce a un hombre en un paisaje, extensos campos de maíz en el medio oeste, estamos inmersos en la textura, la luz, la naturaleza, es menos fácil de hacer de lo que parece, porque no podemos apoyarnos en nada. A través del viaje vamos conociendo poco a poco a ese anciano que ahoga su orgullo admitiendo sus errores y que añora su juventud. Sufriendo el dolor por su hija (Sissy Spacek) discapacitada a la que le arrancaron la custodia de sus hijos.

Un melodrama contenido que destila las emociones con pudor y solemnidad, y que en este sentido, coincide efectivamente con “El hombre elefante” por su nobleza. ¿De dónde sale, entonces, esta película que hunde sus raíces en la mejor tradición narrativa del cine clásico americano, que se alimenta más de King Vidor y John Ford que del cine actual y post moderno habituales en Lynch? ¿Qué razones impulsan al creador de mundos oníricos y torturados, a colocarse humildemente al servicio de una historia lineal, realista y sencilla que sólo pretende narrar un episodio de la vida de un anciano de Iowa? Las respuestas están en los fotogramas de esta insólita obra, que transcurre a siete kilómetros por hora en la América profunda. Un viaje de reconciliación fraternal pero también de recapitulación crepuscular.
Antonio Morales
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