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Voto de Antonio Morales:
7
Thriller. Intriga La recién separada Meg Altman y su hija Sarah se mudan a una lujosa mansión en Nueva York. Pero cuando tres intrusos invaden brutalmente su hogar, las dos se encierran en una "habitación antipánico", una cámara oculta construida como refugio, con cuatro muros de hormigón, línea de teléfono independiente, un conjunto de monitores que controlan todos los rincones de la casa y una impenetrable puerta de acero... (FILMAFFINITY)
15 de febrero de 2015
18 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de David Fincher se caracteriza por una vocación formalista de sus films, es un constructor de espacios opresivos, cuyos resultados suelen ser indiscutiblemente atractivos a nivel visual aunque, a veces resulten un tanto fríos, siendo en cierto modo, un cineasta educado en un universo estético cercano a los comics y al videoclip, lo cual no debe interpretarse en tono negativo, muy al contrario. “La habitación del pánico” es un thriller oscuro y claustrofóbico con reminiscencias del cine de terror, una continuación lógica del discurso de Fincher sobre la sociedad moderna descrita en sus films en términos devastadores.

Meg Altman, una madre recién divorciada (una estupenda Jodie Foster), no es tan diferente de los personajes de Fincher en “El club de la lucha” o “The Game”, a su manera, ella vive asimismo una desintegración de su universo, en su caso cuando unos ladrones entran en su casa una noche, obligándolas a ella y a su hija a refugiarse en la habitación que da título al film, habitáculo que forma parte del lujoso apartamento alquilado en pleno centro de Manhattan. Equipada completamente y blindada para pasar un cierto tiempo protegidos. Contrarrestando con su firmeza y robustez la debilidad de sus ocupantes. Como ya le sucedía a Edward Norton en “El club…” descubriendo bajo la apariencia perfecta de su apartamento el rostro de la inanidad o, a Michael Douglas cuando descubría en “The Game” lo rápido que desaparece aquello que se cree más real. A Meg su habitación no le sirve de nada para paliar su claustrofobia o para ayudar a su hija Sarah (Kristen Stewart) mientas ésta entra en como por la falta de su medicina.

Gracias a un preciso guión de David Koepp, en mi opinión, el film se beneficia de la astucia del cineasta para convertir con su hábil puesta en escena, un espacio cerrado en una auténtica caja de sorpresas o como el propio cineasta comentó, “era como jugar con el cubo de Rubik”. Porque aunque haya algunas sorpresas esperándonos tras las puertas o aunque los tres ladrones se vayan desvelando progresivamente en su carácter psicológico, lo importante para Fincher era establecer un juego de dispersión y convergencia, siguiendo siempre los patrones del mejor cine de suspense, sin renunciar a un cierto grado de autoría. Una película basada en la geometría y la fisicidad del espacio, normas generalmente características en el cine de Fincher, con influencias de “La ventana indiscreta”, aunque sin el humor socarrón de Hitchcock.

De los tres ladrones, sólo el de color, Bumham (Forest Whitaker) muestra un cierto esbozo psicológico del personaje, los dos blancos son seres abyectos dominados por la codicia, las drogas, la violencia gratuita y el desprecio por la vida inherente a la gran urbe. El carácter de asedio que el cineasta imprime a la historia, su desafío formalista nos propone una reflexión o un juego que desvela las miserias existenciales de nuestra sociedad, presuntamente preparada para proteger a sus ciudadanos de las amenazas exteriores, sin darse cuenta que mientras lucha contra el miedo externo, ése que representa a quienes viven fuera del orden social, saca a la luz otros miedos más atávicos, aún peores. De poco sirven unos muros sólidos si detrás de ellos se esconden seres humanos frágiles y vulnerables, con poca resistencia física y menos resistencia emocional.
Antonio Morales
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