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Voto de Antonio Morales:
5
Comedia. Drama El granjero Samuel Sweetland (Jameson Thomas) acaba de perder a su esposa, y tras haber casado a su única hija, ha quedado solo con su leal ama de llaves, Araminta (Lilian Hall-Davis) y con su ayudante Churdles Ash (Gordon Harker). Pensando entonces en volver a casarse, Sweetland hará una lista de los mejores prospectos que podría encontrar entre sus conocidas y su propósito, desde entonces, será conquistar a alguna de ellas. (FILMAFFINITY) [+]
13 de mayo de 2014
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría afirmarse que en el cine hay dos tipos de cineastas: aquellos que emplean imágenes para contar sus historias, su mundo o sus intereses más o menos personales y aquellos otros que, a la inversa, utilizan historias para crear imágenes y, a partir de ellas, expresar su universo personal, sus filias y sus fobias. Alfred Hitchcock pertenece a esta segunda clase. Es más, cabría incluso catalogarlo como su más diáfano exponente. “Rebeca”, “Encadenados”, “Vértigo” o “Psicosis”, son buena prueba de ello. Pero en esta película que nos ocupa, una comedia costumbrista y tópica, el maestro aún está lejos de su mejor estilo, lo cual no significa que no haya cosas destacables.

Otra obra temprana de Hitchcock en la que no hay mucho que destacar: las tribulaciones de un viudo algo tosco y presuntuoso en busca de esposa. Nuevamente sobre un guión propio, si bien esta vez basado en la comedia del mismo título original de Eden Philpotto, material argumental que le vino impuesto por la productora. En esta ocasión es el humor el elemento predominante. La suave ironía de esta historia está alimentada por Hitchcock con profusión de detalles colaterales y, en especial, por un manifiesto interés por convertir el aspecto visual en protagonista. “La mujer del granjero” es seguramente el más obvio de los primeros y loables intentos del director por rehuir el teatro filmado, por cinematografiar lo teatral.

Este intento de desteatralización, muy sintomático de la voluntad del cineasta por reafirmar la autonomía expresiva del cine, se revela, por ejemplo, en el cuidado por evitar cierta frontalidad en el emplazamiento de la cámara, con la intención de no convertir la pantalla en escena, en el empleo de la cámara subjetiva en muchos de los diálogos entre los personajes. Cabe apuntar finalmente que, durante el rodaje de esta película el excelente operador Jack Cox, cayó enfermo, encargándose durante algunos días el propio Hitchcock de la fotografía, una fotografía de la que Truffaut, con buen criterio, apuntará sus concomitancias con esa estética expresionista alemana que tanto había cautivado al cineasta.
Antonio Morales
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