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Voto de Antonio Morales:
9
Western. Aventuras. Drama Tras la Guerra de Secesión (1861-1865) y en plena colonización del Oeste (1785-1890), el desencantado teniente John J. Dunbar se dirige a un lejano puesto fronterizo que ha sido abandonado por los soldados. Su soledad lo impulsa a entrar en contacto con los indios sioux; así es como conoce a "En pie con el puño en alto", una mujer blanca que fue adoptada por la tribu cuando era niña. Poco a poco, entre Dunbar y los sioux se establece ... [+]
16 de julio de 2013
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de 1988 Kevin Costner tenía gran ilusión en un proyecto que habían rechazado seis compañías de Hollywood, era un film ecologista y antirracista sobre la integración de un militar anglosajón en una tribu Sioux, “Dances with wolves” basada en un libro de Michael Blake. En la industria del cine se consideraba una locura realizar un western de tres horas en la que los indios hablaban su lengua nativa con subtítulos en inglés, con un director novel, y en un marco de declive total del género western. Finalmente una compañía inglesa de distribución le financió una parte de la película, el resto lo puso Costner y su amigo Jim Wilson, quizás eso dio total libertad artística a Costner, sin las imposiciones que le hubieran puesto una gran “Major” de Hollywood. El resto ya es historia, la película fue un éxito y arrasó en los Oscars.

Buena parte del magnetismo del film se debe a su impecable guión, un ritmo narrativo pausado y firme, el tono épico, formato majestuoso, paisajes de ensueño en las reservas naturales de Dakota del Sur, indios de las reservas que dominaban el “Lakota” y “Pawnee”, la ambientación, el vestuario, que hacen que el resultado en pantalla destaque por su verosimilitud. La acción transcurre en la última frontera, allá donde la leyenda se confunde con la barbarie. Los rostros pálidos están a punto de arrebatarles el territorio de caza – y de vida – a los nativos americanos. Los soldados de la unión acechan, bisontes e indios están condenados a desaparecer del mapa para dejar paso a la mal llamada civilización, el caballo de hierro se abre paso a sangre y fuego, es el fin de una época y el inicio de otra.

La novedad estriba, esta vez en el punto de vista del protagonista, colocado en esa línea divisoria, solo, con los ojos y oídos bien abiertos. Desde de ese privilegiado lugar John Dumbar (excelente Kevin Costner) nos conduce al corazón del drama. Su mirada, cargada de curiosidad, es también la mirada del espectador. Pocos westerns habían logrado antes borrar las diferencias entre buenos y malos con tanto ímpetu. Pero en realidad la autentica frontera es mental y hace falta ser muy valiente para cruzarla. Costner puso mucho empeño en describir a los indios como individuos apegados a su entorno. A diferencia del hombre blanco, ellos respetaban cada planta y cada criatura. La escena de la caza del bisonte es, a este respecto, significativa: sólo se mata a los animales necesarios para subsistir, comen su carne y se abrigan con su piel. Mientras el hombre blanco arrasa y esquilma sólo por codicia.

Mención especial merece la maravillosa música de John Barry, mientras escribo esta crónica la estoy escuchando, creo que sin ella, la película sería distinta, su emotividad, su épica y su intimismo es difícil de superar. En definitiva la película de Costner recrea el principio de la colonización del Oeste de los Estados Unidos desde el punto de vista indio, lo que la hace singular y renovadora de los clásicos westerns de los años cincuenta: “Apache” de Robert Aldrich, “Flecha rota” de Delmer Daves, o la grandiosa del año 1964, “El gran combate” de John Ford.
Antonio Morales
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