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Venezuela Venezuela · Maracaibo
Voto de bucefalo:
8
Drama En el año 1944, durante el horror del campo de concentración de Auschwitz, un prisionero judío húngaro llamado Saul, miembro de los 'Sonderkommando' -encargados de quemar los cadáveres de los prisioneros gaseados nada más llegar al campo y limpiar las cámaras de gas-, encuentra cierta supervivencia moral tratando de salvar de los hornos crematorios el cuerpo de un niño que toma como su hijo. (FILMAFFINITY)
22 de mayo de 2016
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
EL HIJO DE SAUL es un retrato minimalista del horror; película cruda y seca. El que vaya a buscar un divertimento está muy desorientado. EL HIJO DE SAUL es una danza macabra, un descenso a los infiernos sin escapatoria. La recurrencia a la matanza nazi no tiene parangón en la historia del cine contemporáneo y eso que las carnicerías entre los humanos desde que Caín asesinó a su hermano Abel nunca han cesado. Sólo que en el siglo de las telecomunicaciones que lo han globalizado todo, el XX, junto al poderoso lobby judío en Hollywood, el tema goza de los privilegios de la atención magnificada. Y no es para menos porque los nazis mataban como si se tratara una fábrica de ladrillos, de manera aséptica, sin que el verdugo dudase o tuviera algún remordimiento de conciencia alrededor del pecado infligido. ¿Dios? Ausente y silencioso, terriblemente mudo, o llorando al presenciar como el atributo de la libertad es desperdiciado por una plaga que se dice llamar humana. Que los mismos judíos colaboracionistas ayudasen a sus propios hermanos de cultura y religión a inmolarse sin apenas una plegaria de despedida en unas duchas que exhalan gas en vez de agua, nos lleva a los terrenos de Kafka y todo el absurdo humano que nos caracteriza cuando está de por medio el mal y la crueldad. EL HIJO DE SAUL pretende encontrar algún tipo de piedad donde no es posible que ésta exista alrededor de su protagonista y el indescriptible dolor que sobrelleva estoicamente tratando de ofrendar un funeral digno a una de las víctimas. Ya Hannah Arendt había elucubrado sobre la “banalidad del mal” y como la mediocridad de nuestra especie es capaz de producir los hornos crematorios. Mientras que Víctor Frankl, un sobreviviente de los campos de concentración, y posteriormente uno de los más grandes psiquiatras del siglo XX pasado, nos dejó su propio testimonio acerca del sufrimiento y la deshumanización total. Luego de ver EL HIJO DE SAUL uno queda bajo shock, triste, compungido y con una sensación de malestar porque el cine que nos muestra la ficción aquí hace una mutación hacia el documento frío, el registro plomizo, fotográfico, testimonial y lúgubre. La ganadora del Oscar a la Mejor Película Extranjera, de origen húngaro, merece ser vista y apreciada como texto visual filosófico, en torno a un capítulo de la historia humana que nunca debió ocurrir. Y pensar que todavía existen en la Europa actual los llamados historiadores revisionistas del Holocausto que tienen la desfachatez de negarlo. Si bien las víctimas no pueden hablar desde la ultratumba, el testimonio de los sobrevivientes y los registros fotográficos y fílmicos son inapelables.
bucefalo
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