Adaptar no significa necesariamente copiar y pegar argumento, escenas y personajes; y Resident Evil lo demuestra. Paul Anderson capta la idea y la lleva con éxito a la pantalla.

Milla Jovovich y Michelle Rodríguez encabezan un reparto que representa a personajes inventados, es decir, no cogidos de la serie de videojuegos que tampoco se encuentran en lugares que aparezcan tal cual en las consolas. No obstante, se saben captar los rasgos básicos para hacer una experiencia que podría pasar como un nuevo capítulo de la saga; empezando por la idea del argumento: la Corporación Umbrella tiene laboratorios subterráneos en los que ha sucedido un accidente con un virus que primero mata y luego revive con sed de sangre y carne humana. Un grupo de fuerzas especiales es enviado allí para apagar la I.A. responsable de ello, y es al llegar a la entrada encubierta (la mansión que también aparece en el primer juego) cuando se topan con una amnésica Alice (Milla Jovovich), que se convertirá en protagonista absoluta de esta película y después de las continuaciones. Para variar, las cosas no irán exactamente bien.

La trama no es la cosa más sorprendente del mundo y va avanzando a golpe de flashback, no obstante es suficiente para que el tiempo se pase volando y darle un toquecito de misterio al asunto. Pasando al esquema de la película, ¿qué tiene del juego aparte de la idea argumental y los zombies? Los protagonistas deben avanzar (arma en mano) por espacios cerrados abriendo puertas con códigos y cayendo en trampas alguna que otra vez, sin olvidarnos de un enfrentamiento final bastante ágil y acertado. No nos olvidemos de que los secundarios han de ir cayendo uno tras otro. La peor parte quizá se la lleve la banda sonora, demasiado machacona, no encaja demasiado bien.

Con no demasiado presupuesto y con las ideas claras sobre lo que se quiere hacer, quizá esta primera sea la película más acertada de la serie.