Esta es una de las películas más mágicas y sobrenaturales que haya visionado. La razón es la calma que transmite. Una experiencia inolvidable que aconsejo para dejarse ir en la consciencia de la vida a un más allá. Con un technicolor irreal nos presenta de manera documental y casi fantasmal a la India y su alma a través de sus tradiciones y su río. El río (Hoogli) será un trasunto del tiempo y del fluir de la vida, dando cobijo a los fallecidos y recibiendo a los recién llegados a la vida.
El río sigue, no se para, nunca se acaba.
1951 Renoir el hijísimo del maestro impresionista, basó su éxito en el realismo francés de los años 30, fue llamado a Hollywood y con obras notables mantuvo un estilo impecable. Pero en su reinvención y búsqueda llegó hasta la India donde el sonido de lo invisible tomó forma.
Debo decir que con un doblaje mágico (ejemplo , voz femenina en off nos narra el devenir de tres protagonistas (Melanie (Radha), Harriet, Valerie(Adrienne Corri) enamoradas de un mismo hombre John (Thomas Breen), un capitán lisiado por la guerra. Un padre viejo y sabio que da consejos.
El respeto que aporta Renoir en su visión a la cultura ajena, que no tiene nada que ver con la explotación del exotismo colonialista que hacía Hollywood.
Árboles gigantes, animales que llevan el peligro, la niñez y el primer amor. La responsabilidad de la tradición. Oriente invencible ante el fascinado conquistador occidental.
Volvemos al Edén, la magia divina y la serpiente.
Una cámara objetiva, silente y espectadora muestra la extraña fascinación de Kipling. El silencio nos acompaña de la mano como una sutil musa y asistimos al devenir de los personajes. Y nosotros con ellos fluyendo por el río de la vida.